"El que no sabe llevar su contabilidad por espacio de tres mil años se queda como un ignorante en la oscuridad y sólo vive al día", dijo Goethe.
La historia del pensamiento es fundamental para entender lo que está ocurriendo en el mundo. Por eso resulta imprescindible estudiar filosofía, viajar sin prisa, y apagar la televisión o el ordenador para acoger el silencio de la habitación y pensar.
El maestro noruego Gaarder escribió este bestseller donde resume, de una forma didáctica, la historia del pensamiento occidental. Los textos dedicados a los grandes filósofos, como Sócrates, Platón o Aristóteles no tienen desperdicio. Alguien dirá que es mejor leer las obras originales y no los estudios dedicados a ellos. Y es verdad. En este libro no encontraremos complicados análisis. Porque es simplemente una vista de águila de la historia de la filosofía para estudiantes.
Sin ánimo de reseñar nada, me gustaría criticar algunas ausencias importantes en el libro, aunque entiendo que es muy difícil escoger y sintentizar tres mil años de pensamiento. Echo de menos el problema del lenguaje y la filosofía en el siglo XX. Sólo cita de pasada a Martin Heidegger, una de las figuras más representativas del pensamiento contemporáneo, que planteó que "el problema de la filosofía no es la verdad sino el lenguaje". Y se deja en el tintero a Wittgenstein, que afirmó: "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo", y "de lo que no se puede hablar, mejor callarse". Pero como he dicho antes, la obra tiene mucho mérito por su originalidad y capacidad de síntesis.
Es una novela para los niños (de todas las edades, como suele decirse) que quieran subirse a los lomos de un ganso, como Selma Lagerlof, y disfrutar de una vista amplia de la fascinante historia de la filosofía.
Y seguimos en el núcleo de la filosofía de la percepción de Hume. Él habría añadido que el niño no es aún esclavo de las expectativas. El niño es el que tiene menos prejuicios de los dos. También puede ser que el niño sea mejor filósofo. Porque el niño no tiene opiniones preestablecidas. Y eso, Sofía, es la mayor virtud de un filósofo. El niño percibe el mundo tal como es, sin añadir cosas más de lo que simplemente percibe.
Jostein Gaarder, El mundo de Sofía, 1991.
La historia del pensamiento es fundamental para entender lo que está ocurriendo en el mundo. Por eso resulta imprescindible estudiar filosofía, viajar sin prisa, y apagar la televisión o el ordenador para acoger el silencio de la habitación y pensar.
El maestro noruego Gaarder escribió este bestseller donde resume, de una forma didáctica, la historia del pensamiento occidental. Los textos dedicados a los grandes filósofos, como Sócrates, Platón o Aristóteles no tienen desperdicio. Alguien dirá que es mejor leer las obras originales y no los estudios dedicados a ellos. Y es verdad. En este libro no encontraremos complicados análisis. Porque es simplemente una vista de águila de la historia de la filosofía para estudiantes.
Sin ánimo de reseñar nada, me gustaría criticar algunas ausencias importantes en el libro, aunque entiendo que es muy difícil escoger y sintentizar tres mil años de pensamiento. Echo de menos el problema del lenguaje y la filosofía en el siglo XX. Sólo cita de pasada a Martin Heidegger, una de las figuras más representativas del pensamiento contemporáneo, que planteó que "el problema de la filosofía no es la verdad sino el lenguaje". Y se deja en el tintero a Wittgenstein, que afirmó: "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo", y "de lo que no se puede hablar, mejor callarse". Pero como he dicho antes, la obra tiene mucho mérito por su originalidad y capacidad de síntesis.
Es una novela para los niños (de todas las edades, como suele decirse) que quieran subirse a los lomos de un ganso, como Selma Lagerlof, y disfrutar de una vista amplia de la fascinante historia de la filosofía.
Y seguimos en el núcleo de la filosofía de la percepción de Hume. Él habría añadido que el niño no es aún esclavo de las expectativas. El niño es el que tiene menos prejuicios de los dos. También puede ser que el niño sea mejor filósofo. Porque el niño no tiene opiniones preestablecidas. Y eso, Sofía, es la mayor virtud de un filósofo. El niño percibe el mundo tal como es, sin añadir cosas más de lo que simplemente percibe.
Jostein Gaarder, El mundo de Sofía, 1991.
Comentarios