He leído un par de veces esta gran novela de John Steinbeck. Ahora, en estos duros tiempos de crisis económica y social, la verdad es que se lee de otra forma.
John Steinbeck narra el drama real de los Joad y de otras familias de campesinos del Medio Oeste, los "okies", que lo pierden todo durante la Gran Depresión estadounidense y se ven obligados a emigrar a la lejana tierra de California en busca de una vida mejor.
La novela aborda temas de pobreza, injusticia social y la lucha por la supervivencia en un momento de crisis económica. Steinbeck explora las condiciones inhumanas a las que se enfrentan los trabajadores migrantes y la explotación de los granjeros desplazados.
Las uvas de la ira es un retrato desgarrador de la lucha por la dignidad y la esperanza en un mundo que parece estar en su contra.
Los bancos no dan tregua, y los que de verdad sufren son los que no tienen recursos, que, abandonados por el Estado, se ven atrapados en una espiral de violencia y miseria.
Parece que la historia se repite.
Esta novela no sólo nos ayuda a entender el mundo en que vivimos, sino que nos permite también acercarnos al misterio de la condición humana.
¿Cómo se puede asustar a un hombre que no solo carga con el hambre de su vientre sino también con el de sus pobres hijos? No se le puede atemorizar porque este hombre ha conocido un miedo superior a cualquier otro. |
Capítulo XIX |
Dígales que se asarán en el infierno si no piensan igual que usted.
Uno que acaba de llegar [a la cárcel] se da cabezazos contra la puerta de la celda porque piensa el tiempo que le queda de esta dentro. ¿Por qué no haces lo que te digo? Vive día a día.
Es un país libre.
Bueno, intente comprar la libertad. Por aquí decimos que un tipo tiene tanta libertad como su dinero le permite comprar.
El abuelo se cogió la tierra y tuvo que matar indios para que se fueran. Y Padre nació aquí y arrancó las malas hierbas y mató serpientes. Luego vino un mal año y tuvo que pedir prestado algo de dinero. Y nosotros nacimos aquí. Los que están en la puerta, nuestros hijos, nacieron aquí. Y Padre tuvo que pedir dinero prestado. Entonces el banco se apropió de la tierra, pero nos quedamos y conservamos una pequeña parte de la cosecha.
Ya lo sabemos, todo eso lo sabemos. No somos nosotros, es el banco. Un banco no es como un hombre, el propietario de cincuenta mil acres tampoco es como un hombre: es el monstruo.
Sí, claro, gritaban los arrendatarios, pero es nuestra tierra. Nosotros la medimos y la dividimos. Nacimos en ella, nos mataron aquí, morimos aquí. Aunque no sea buena sigue siendo nuestra. Esto es lo que la hace nuestra: nacer, trabajar, morir en ella. Esto es lo que da la propiedad, no un papel con números.
Lo sentimos. No somos nosotros, es el monstruo. El banco no es como un hombre.
Sí, pero el banco no está hecho más que de hombres.
No, estás equivocado, estás muy equivocado. El banco es algo más que hombres. Fíjate que todos los hombres del banco detestan lo que el banco hace, pero aún así el banco lo hace. El banco es algo más que hombres, créeme. Es el monstruo. Los hombres lo crearon, pero no lo pueden controlar.
Esos condenados okies no tienen sensatez ni sentimiento. No son humanos. Un ser humano no podría vivir como viven ellos. Un ser humano no resistiría tanta suciedad y miseria. No son mucho mejores que gorilas.
Tenían hambre y eran fieros. Esperaban encontrar un hogar y sólo encontraron odio.
John Steinbeck, Las uvas de la ira, 1939
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