Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Cien años de soledad


¿Es útil la literatura? Para contestar este pregunta siempre pienso en la lúcida locura del coronel Aureliano Buendía, el personaje de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, que se dedica a fabricar pescaditos de oro a cambio de monedas de oro que después se funden para producir de nuevo otros pescaditos, en un círculo vicioso que exaspera a Úrsula. 

Es probable que el acto creativo y gratuito de la literatura se base en esta simplicidad y este gozo con el que el coronel fabrica los pescaditos de oro. Parece una tarea inútil porque no da beneficios económicos o materiales. Sin embargo, da un valor alternativo a la supermacía de las leyes del mercado.

La gran novela Cien años de soledad de Gabriel García Márquez relata, desde el prisma del realismo mágico, un siglo de hechos y cotidianidades de la familia Buendía en el pueblo de Macondo, desde su fundación hasta su decadencia. Pero esa familia no es la protagonista. Ni tampoco es el pueblo. Lo es el tiempo, que recorre las páginas como una sombra, igual que en La montaña mágica de Thomas Mann

Para comprender el alcance del tiempo como protagonista de ambas obras literarias es necesario deternenos en la concepción del tiempo de Bergson. El filósofo francés decía que pensar el tiempo en tres momentos diferenciados (pasado, presente, futuro) es una forma incompleta de acercarnos a esta realidad. ¿Podemos separar el presente del pasado y del futuro? ¿Qué es el presente, si un instante pasa y no se puede abarcar? Para el francés, las tres modalidades temporales son inseparables. El tiempo de los hombres no es el tiempo clasificado desde la teoría del pasado, presente y futuro. Experimentamos el tiempo de una forma mucho más compleja y rica. El tiempo se despliega y condensa en un instante, pues el presente es inseprable del pasado y del futuro.

El memorable inicio de la obra ("Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota..") retrata ya el tiempo disperso y múltiple, las idas y venidas temporales, porque el tiempo se derrama hacia el pasado y también hacia el futuro. 

En el realismo mágico, el autor permite a los muertos (el pasado) que estén presentes. Hay multitud de círculos remporales, una infinidad de motivos que se repiten: la lucha contra la soledad, los nombres de las personas, etc. Lo único invulnerable al paso del tiempo son los libros.


Con su terrible sentido práctico, ella no podía entender el negocio del coronel, que cambiaba los pescaditos por monedas de oro, y luego convertía las monedas de oro en pescaditos, y así sucesivamente, de modo que tenía que trabajar cada vez más a medida que más vendía, para satisfacer un círculo vicioso exasperante. En verdad, lo que le interesaba a él no era el negocio sino el trabajo.


Esa noche, la guardia derribó a Mauricio Babilonia cuando levantaba las tejas para entrar en el baño donde Meme lo esperaba, desnuda y temblando de amor entre los alacranes y las mariposas, como lo había hecho casi todas las noches de los últimos meses. Un proyectil incrustado en la columna vertebral lo redujo a cama por el resto de su vida. Murió de viejo en la soledad, sin un quejido, sin una protesta, sin una sola tentativa de infidencia, atormentado por los recuerdos y por las mariposas amarillas que no le concedieron un instante de paz, y públicamente repudiado como ladrón de gallinas.

Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, 1967

Comentarios

C.S. ha dicho que…
¡Qué buena! Una de mis novelas favoritas de todos los tiempos