Bartleby, el escribiente, este peculiar relato de Herman Melville, pasó desapercibido en el momento de su publicación, pero hoy es reconocido como una obra adelantada a su tiempo, clave para comprender los orígenes del existencialismo y de la literatura del absurdo.
La actitud de Bartleby no es simple desgaño: es una renuncia radical a la vida. Su apatía roza lo patológico. Habita un mundo sin afectos, sin horizonte, donde las rutinas y las jerarquías vacían la experiencia humana.
Rechaza ir a Correos, se niega a hacer recados. No desea nada. Frente a una sociedad de normas y productividad, su única respuesta es la negativa: "Preferiría no hacerlo."
¿Qué sucede cuando alguien deja de hacer lo que da sentido a su existencia?
Al día siguiente noté que Bartleby no hacía más que mirar por la ventana, en su sueño frente a la pared. Cuando le pregunté por qué no escribía, me dijo que había resuelto no escribir más.
-¿Por qué no? ¿Qué se propone? -exclamé- ¿no escribir más?
-Nunca más.
-¿Y por qué razón?
-¿No lo ve usted mismo? -replicó con indiferencia.
Herman Melville, Bartleby, el escribiente, 1853
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