El artista Fred Uhlman narra una historia de amistad entre dos adolescentes alemanes que se separan antes de la Segunda Guerra Mundial. Hans Schwarz es un chico judío y Konradin von Hohenfels es hijo de la nobleza alemana. Los trágicos acontecimientos les separan, en el contexto del nazismo. Pero el título de esta breve novela ya indica un reencuentro.
Leí esta obra cuando tenía la edad de los protagonistas, y recuerdo que me impactó. Ahora la he releído con calma, y me ha vuelto a tocar el corazón.
Se podría destacar muchas cosas de su lectura, pero me gustaría subrayar, en este breve fragmento, su feroz crítica a esos profesores mediocres y grises que imponen, con su actitud a la vida, una mala educación:
Estoy oyendo la voz cansada y desilusionada de Herr Zimmermann, quien, condenado a enseñar a perpetuidad, había aceptado su destino con triste resignación. Era un hombre de rostro cetrino, cuyo cabello, bigote y perilla estaban completamente teñidos de gris. Miraba el mundo a través de unos quevedos montados sobre la punta de su nariz, con la expresión de un perro vagabundo en busca de comida. Aunque probablemente no pasaba de los cincuenta años, a nosotros nos parecía que tenía ochenta...
(p. 7)
Fred Uhlman, Reencuentro, 1971
Leí esta obra cuando tenía la edad de los protagonistas, y recuerdo que me impactó. Ahora la he releído con calma, y me ha vuelto a tocar el corazón.
Se podría destacar muchas cosas de su lectura, pero me gustaría subrayar, en este breve fragmento, su feroz crítica a esos profesores mediocres y grises que imponen, con su actitud a la vida, una mala educación:
Estoy oyendo la voz cansada y desilusionada de Herr Zimmermann, quien, condenado a enseñar a perpetuidad, había aceptado su destino con triste resignación. Era un hombre de rostro cetrino, cuyo cabello, bigote y perilla estaban completamente teñidos de gris. Miraba el mundo a través de unos quevedos montados sobre la punta de su nariz, con la expresión de un perro vagabundo en busca de comida. Aunque probablemente no pasaba de los cincuenta años, a nosotros nos parecía que tenía ochenta...
(p. 7)
Fred Uhlman, Reencuentro, 1971
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