Después de hacer casi una hora para subir con mis hijos y mi mujer a una atracción del Port Aventura aparecen un par de personas con un brazalete que les otorga el privilegio de saltarse la cola porque han pagado un precio por ello. Vale la pena preguntarse no si puedo permitirme un brazalete para mi familia y para mí, sino si esto es bueno para la sociedad. ¿Dónde están los límites? ¿Qué implicaciones morales tienen nuestras acciones cuando compramos algo como el tiempo en detrimento de otras personas que esperan en cola?
La lectura de ensayos como Lo que el dinero no puede comprar: Los límites morales del mercado, del filósofo político Michael J. Sandel nos ayuda a plantearnos esta cuestión.
La obra examina la omnipresencia del mercado en diversos aspectos de la vida cotidiana y plantea preguntas cruciales sobre la moralidad de la comercialización de ciertos bienes y servicios.
Sandel argumenta que en la sociedad occidental se ha extendido la tendencia a permitir que el dinero influya en áreas previamente consideradas fuera de los límites del mercado, como la educación, la salud, la seguridad, la justicia y hasta las relaciones personales. El autor cuestiona si este enfoque comercial de la vida puede conducir a una sociedad más desigual y erosionar valores éticos fundamentales.
Esta obra invita a cuestionar las dimensiones éticas del capitalismo, para generar debates sobre cómo equilibrar los principios de mercado con los valores morales y sociales.
Sin embargo, el capitalismo salvaje ha impuesto unas perversas reglas en las que todo, absolutamente, todo, tiene un precio y se puede comprar. Pero hay algo que el dinero no puede, no debe, comprar. Si, por ejemplo, yo no tengo pensado ir a votar en las elecciones generales, ¿puedo vender mi voto y votar al partido que tú me digas, si me das un billete de 10, 20 ó 50 euros? ¿Puedo comprar un brazalete en un parque de atracciones para no hacer cola, a pesar de que hay familias enteras esperando porque no tienen dinero para colarse de esta forma?
La democracia requiere que todos los ciudadanos compartan una vida común, pero ahora es imposible si en el estadio (en el aeropuerto, en el colegio, en el hospital, en los parques de atracciones...) hay espacios reservados para "ricos", lo que Sandel llama una "skyboxification" de la sociedad que va en detrimento de la democracia.
La cuestión de la economía de mercado es, realmente, una cuestión de cómo queremos vivir juntos como sociedad (p. 203). ¿Queremos una sociedad donde todo está en venta? ¿O hay ciertos bienes morales y cívicos que los mercados no se apropian, ni el dinero puede comprar?
When I went to see the Minnesota Twins play in the mid-1960s, the difference in price between the most expensive seats and the cheapest ones was $2. In fact, for most of the twentieth century, ballparks were places where corporates executives sat side by side with blue-collar workers, where everyone waited in the same lines to buy hot dogs or beer, and where rich and poor alike got wet if it rained. In the last decades, however, this has changed. The advent of skybox suites high above the field of play has separated the affluent and the privileged from the common folk in the stands below. (p. 173)
Michael J. Sandel, What money can't buy. The moral limits of markets, 2012
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