Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Momo

Los tres grandes escritores que me cautivaron en mi adolescencia fueron Stevenson, Dumas y Ende. No hay nada mejor que tener trece años y descubrir la isla del tesoro y sus piratas; las aventuras de capa y espada de los mosqueteros; y una historia interminable de fantasía que, un poco después, me llevaría a Tolkien.

Una de las novelas que más me atraparon con esa edad fue Momo, de Michael Ende. La protagonista es una niña pobre, una "invisible", que vive en las ruinas de un anfiteatro romano y que tiene el don de saber escuchar a los demás. 

La obra puede leerse como una aventura juvenil, pero también como una crítica mordaz a un mundo gris, que va demasiado deprisa porque no sabe lo que es el tiempo (personas tristes obsesionadas por llegar a ser alguien), ni la imaginación (niños aburridos con juguetes caros), ni la belleza de un paseo (la tortuga que llega antes porque va lento) ni la justicia social (todo el pueblo ayuda a la niña huérfana) y el valor de la amistad (la vida sin amigos no tiene sentido).


Existe una cosa muy misteriosa, pero muy cotidiana. Todo el mundo participa de ella, todo el mundo la conoce, pero muy pocos se paran a pensar en ella. Casi todos se limitan a tomarla como viene, sin hacer preguntas. Esta cosa es el tiempo.
Hay calendarios y relojes para medirlo, pero eso significa poco, porque todos sabemos que, a veces, una hora puede parecernos una eternidad, y otra, en cambio, pasa en un instante; depende de lo que hagamos en esa hora.
Porque el tiempo es vida. Y la vida reside en el corazón. (p. 59).

Si los hombre supiesen lo que es la muerte ya no le tendrían miedo. Y si ya no le tuvieran miedo, nadie podría robarles, nunca más, su tiempo de vida. (p. 153).


Lo más peligroso que existe en la vida son las ilusiones que se cumplen. (p. 195).


Michael Ende, Momo, 1973





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