Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Dialéctica de la secularización

Dos gigantes intelectuales se sentaron a dialogar, en 2004, sobre la relación entre fe y razón. Aunque hoy en día el mundo académico parece "carente de oído musical para la religión", siguiendo la estela de Max Weber, hay todavía filósofos de la talla de Jurgen Habermas capaces de afinar el oído y escuchar al otro, al que piensa diferente, en su ética del diálogo. 

Por un lado, la teoría de la acción comunicativa del filósofo marxista no tiene lugar cuando faltan los interlocutores adecuados. Por el otro lado, el teólogo señala que el acontecimiento cristiano no es una ideología o una doctrina, sino una religión con vocación ecuménica compatible con la democracia liberal.

Sin juicios previos (o prejuicios), sin las cadenas de la ideología de lo políticamente correcto (esos prejuicios del pensamiento único que se basan en no ofender a ciertos grupos), el gigante de la Teoría Crítica se sienta a dialogar con el entonces cardenal Joseph Ratzinger, uno de los mayores pensadores católicos del siglo XXI.

Si el primero, ateo y lúcido, percibe que la verdad es fruto del diálogo; el segundo, seguidor del acontecimiento de Cristo, cree en una verdad que el diálogo está llamado a identificar. 

Para Habermas, pues, no es legítimo negar los conceptos religiosos en la esfera pública, como tantas veces se hace, sino hay que someterlos a la razón y a sus límites. 

En este diálogo basado en argumentos racionales, el teólogo alemán muestra que existen patologías de la religión y patalogías de la razón, no menos peligrosas que aquellas. Las dos funciones se necesitan mutuamente. ¿Es razonable la fe? 

En otro texto posterior, en la carta que en 2013 Ratzinger escribió al matemático ateo Odifreddi, reconoce la importancia de la exégesis histórico-crítica de una Biblia que supera la visión mitológica y reclama, por tanto, una historicidad auténtica. Además, si no es lícito silenciar el mal presente en la Iglesia, tampoco debe silenciarse la estela de bondad y justicia que ha trazado a lo largo de los siglos, ni la belleza artística que la fe ha dado al mundo. Su carta concluye con que la religión de la matemática permanece vacía porque omite las preguntas fundamentales: la libertad, el amor y el mal. "La franqueza forma parte del diálogo; sólo así se puede crecer en el conocimiento", dice el papa.

Su Introducción al cristianismo de 1968 refleja el espíritu renovador y razonable del concilio Vaticano II, y le sitúa a la altura de los teólogos Hans Küng, Karl Rahner y Walter Kasper. Advierte el peligro de reducir la fe a una ideología (como ocurre en la teología de la liberación y algunos textos de Boff y Casaldàliga) y sobre todo busca el encuentro y promueve el necesario diálogo entre fe y razón. Para él, el cristianismo es una religión que se presenta al mundo con pretensión de ser verdad por ser una creencia de índole racional.


HABERMAS: La neutralidad cosmovisiva del poder estatal, que garantiza las mismas libertades éticas para todos los ciudadanos, es incompatible con la generalización política de una visión del mundo laicista. Los ciudadanos secularizados, en cuanto actúan en su papel de ciudadanos del Estado, no pueden negar por principio a los conceptos religiosos su potencial de verdad, ni pueden negar a los conciudadanos creyentes su derecho a realizar aportaciones en lenguaje religioso a las discusiones públicas. (p.46)


Joseph Ratzinger y Jurgen Habermas, Dialéctica de la secularización, 2004

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