Este diálogo de Platón trata sobre el amor. Apodoloro, el narrador, recuerda el simposio en el que unos comensales se juntan y discuten, desde distintas perspectivas, una pregunta que siempre está vigente en el corazón humano: "¿Qué es el amor?"
1. El joven Fedro: el amor es lo mejor que le puede suceder a uno. Recoge el mito de Alcestis y Admeto para declarar que "el que ama tiene un no sé qué de más divino que el que es amado".
2. El sofista Pausanias: el amor puede ser vulgar o celestial. El segundo se da cuando los amantes no se usan, sino se conocen, se respetan y crean algo eterno.
3. El médico Erixímaco: el amor es una ayuda entre partes desiguales para llegar a un acuerdo, es un equilibrio guiado hacia el bien.
4. El dramaturgo Aristófanes: el amor es la búsqueda del otro yo, a través del mito de la media naranja o el ser andrógino, dividido por Zeus para hacer a los humanos más débiles, hombres y mujeres.
5. El poeta Agatón: el amor o Eros no puede ser culpado del sufrimiento del desamor, pues los humanos son responsables de sus acciones. De hecho, al inicio del banquete, Sócrates le regaña porque Agatón le pide sentarse a su lado para aprender de él, sin esforzarse. El filósofo le dice que el saber no se derrama de uno a otro sólo por el contacto.
6. El filósofo Sócrates: a través de su maestra Diotima define el amor con la forma ideal de la belleza a la que llega el verdadero enamoramiento de las cosas bellas. Narra el mito del nacimiento de Eros, hijo de Poros (dios de la abundancia) y Penia (diosa de la pobreza), para explicar que la naturaleza del amor es ambigua. El amor es la "naturaleza mortal a la que se aspira a perpetuarse y hacerse inmortal, en cuanto se es posible".
7. El político Alcibíades: llega tarde, enamorado de Sócrates. Define el amor como una melodía engañosa que atrapa y convierte a los amantes en esclavos sentimentales.
He aquí, pues, el recto método de abordar las cuestiones eróticas o de ser conducido por otro: empezar por las cosas bellas de este mundo y teniendo como fin esa belleza en cuestión, y valiéndose de ellas como de escalas, ir ascendiendo constantemente, yendo de un solo cuerpo a dos y de dos a todos los cuerpos bellos y de los cuerpos bellos a las bellas normas de conducta, y de las normas de conducta a las bellas ciencias, hasta terminar, partiendo de éstas, en esa ciencia de antes, que no es ciencia de otra cosa sino de belleza absoluta, y llegar a conocer, por último, lo que es la belleza en sí.
Platón, El Banquete, 385-370 a. C.
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