El "hombre unidimensional" de Herbert Marcuse es aquel dedicado únicamente a producir y consumir. Es alguien anestesiado por las pantallas. El pensador marxista berlinés parece un profeta del ser humano del siglo XXI, empachado de la sopa boba de los estúpidos medios de comunicación y las adictivas redes sociales. "La sociedad unidimensional avanzada altera la relación entre lo racional y lo irracional", concluye el autor.
Se parece al "hombre-masa" de Ortega y Gasset, un hombre orgulloso de su ridícula vulgaridad, engolosinado en su bienestar, guiado por sus instintos primarios mientras cree asegurada la estabilidad socioeconómica.
En un mundo así, neonarcisista, relativista y adanista, la tecnología no puede ser neutral. El autor afirma que "la sociedad tecnológica es un sistema de dominación" cuyo fin último no es otro sino "determinar la vida" de las personas.
La solución que propone es "despertar y organizar la solidaridad en tanto que necesidad biológica para mantenerse unidos contra la brutalidad y la explotación humanas."
El yo auténtico hoy sólo es posible si uno va en contra de los valores y normas establecidos, para no formar parte del borreguismo imperante.
La tecnología sirve para instituir formas de control y de cohesión social que resulten más efectivas y agradables.
Herbert Marcuse, El hombre unidimensional, 1964
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