Un discípulo de Alejandro Llano es el profesor José María Torralba, que presenta un ensayo en defensa de la educación liberal o humanista en un mundo "tecnocrático, de cambios profundos y acelerados, y en el que está en juego el propio sentido de lo que significa ser humano".
El autor se basa en The idea of a University de John Henry Newman, que aboga por una educación liberal o humanista. Su objetivo es proporcionar una visión unitaria del saber, así como enseñar a formular las grandes preguntas, es decir, educar profesionales con una mentalidad humanista.
Enseñar a pensar es enseñar a juzgar, captar lo relevante en una comprensión unitaria de la realidad. De acuerdo con Kant, "no hay otro modo de aprender a usar la capacidad de juzgar que poniéndola en práctica" (p. 100).
Sin embargo, después del mayo del 68 surge la pregunta acerca de qué concepción del mundo se debe transmitir y, en el intento "crítico" de definir qué conocimientos son importantes para buscar alternativas a la tradición occidental, se abandonan (y, ay, luego se censuran) las listas de clásicos.
La "cultura de la cancelación" no deja de ser un totalitarismo intelectual en el que un discruso dominante descalifica las críticas y las posturas opuestas. Esta cultura de lo políticamente correcto y la censura destruyen el pensamiento crítico porque no permite que cada uno forme "con libertad sus propias convicciones en un legítimo pluralismo".
La pregunta por la verdad es decisiva. "Podemos buscarla y acercanos a ella, pero no podemos poseerla del todo", decía Benedicto XVI en el discurso en el encuentro con profesores universitarios. (Más de un colega saltará de la silla cuando lea que citamos al papa emérito.) Por tanto, no se puede "enseñar" la verdad, pues no es evidente. Pero sí enseñar a distinguir lo verdadero de lo falso, el bien del mal, y fomentar el amor por la verdad.
En conclusión, la finalidad educativa, según el autor, no es otra que enseñar a leer (cuidadosamente), escribir (de manera persuasiva) y argumentar (con rigor).
Si la escuela no es "una comunidad de diálogo intelectual" está muerta, y toda acción social será en vano. El relativismo, la indiferencia y el dogmatismo son los grandes enemigos de la educación:
...si la verdad desaparece del horizonte educativo, las personas quedan a merced de las ideologías, emociones o, sencillamente, desamparadas (p. 63).
...el objetivo de la asignatura no era variar la forma de pensar del estudiante, sino ayudarle a pensar por sí mismo, con rigor, buscando la verdad (p. 78).
En asuntos éticos, considero que el profesor debe tomar partido, indicando aquellos argumentos que, por su estudio y experiencia, le parezcan más justificados y correctos (p.120).
José María Torralba, Una educación liberal, 2022
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