En La clase de griego, Han Kang explora con sutileza el lenguaje, el dolor y la intimidad a través de una historia aparentemente simple pero cargada de simbolismo.
La novela se centra en una mujer muda y un profesor de griego clásico que está perdiendo la vista. Ella no habla. Él apenas ve nada. Ambos personajes se encuentran perdidos en sus propios silencios y heridas.
La protagonista, privada del habla por un trauma, se matricula en una clase de griego. El aprendizaje se transforma en un viaje introspectivo, donde cada palabra revive memorias y sensaciones dormidas. El profesor, a su vez, enfrenta su propia forma de pérdida: una ceguera progresiva que lo obliga a reconsiderar su forma de percibir el mundo y salir de la cueva platónica en la que vive.
En un fragmento, un personaje desmonta el clásico argumento de Epicuro sobre el problema del mal de este modo: "Entonces el mío es un Dios bueno y lleno de tristeza. Si te atraen esas argumentaciones estúpidas, puede que algún día tu propia existencia se convierta en una falacia" (p. 42). En otro fragmento, señala la diferencia entre los verbos "aprender" y "padecer" en griego clásico, que se parecen mucho en los textos de Platón (p. 82).
La novela reflexiona sobre la fragilidad humana, la imposibilidad de comunicarse completamente y la necesidad de encontrar un lenguaje para expresar el dolor y el deseo. Con una prosa poética, la escritora surcoreana construye una narrativa donde el silencio es tan elocuente como las palabras.
-Este mundo es efímero y hermoso -explica el profesor-. Pero lo que Platón quería no era un mundo que fuera efímero y hermoso sin más, sino uno que fuera eterno y hermoso. (p.89)
Platón consideraba que la gente que creía en la belleza de las cosas, pero no en la belleza en sí misma, vivía en un estado semejante al sueño; y estaba convencido de que podría demostrárselo a cualquiera a través del razonamiento. En cierto modo, en su mundo todo estaba al revés. Es decir, pensaba que él estaba despierto y no soñando, pues no creía en la belleza de las cosas reales, sino solo en la belleza en sí, una belleza absoluta que no puede existir en la realidad. (p.90)
Han Kang, La clase de griego, 2011
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