Cuando vivía en Suecia, y descubría un sobre de un amigo en el buzón, lo agarraba con una infinita alegría y me lo llevaba en la bici hasta el lago Varpan. En soledad, abría la carta y la leía despacio. En aquel momento mágico, es como si mi amigo estuviera conmigo, a mi lado. Me sentía acompañado, a pesar de la distancia.
Ahora que el otoño ha llegado y los árboles de mi calle se mudan de amarillo y rojo, y tanta nostalgia de Ti nace, de aquellos tiempos en el norte, descubro una obra deliciosa de la escritora Helene Hanff, que evoca una sencilla historia de amor a los libros viejos y olvidados, y a la entrañable correspondencia de las cartas escritas a mano.
Helene era una humilde hija de emigrantes que malvivía en Manhattan como guionista de televisión mientras escribía obras inéditas, pues no tenía ningún éxito en el mundo editorial. Su mejor obra nació de forma imprevista e inocente: empezó a cartearse con una librería de Londres especializada en libros agotados para que le enviaran ejemplares. Sus cartas exprimían el placer de desembalar el libro y acariciar las páginas suaves. En Navidad envía un lote para Frank y los libreros ingleses. Lo extraordinario es lo que hay entre líneas, cómo Frank recorre toda la ciudad en busca del libro que le pide ella. Pasan los años y las hijas de Frank se hacen mayores, y Helene sigue en la cuerda floja como guionista. Antes de que consiga ahorrar para viajar hasta Inglaterra, Frank muere de repente por una peritonitis. Y su mujer, ya viuda, reconoce sus celos por ese amor epistolar. Entonces, Helene decide recopilar todas las cartas y publicarlas.
I take time out from housecleaning my bookshelves and sitting on the rug surrounded by books in every direction...
Helene Hanff, 84 Charing Cross Road, 1970
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