La "Neoinquisición" es un neologismo acuñado por el profesor chileno Axel Kaiser para referirse a aquellos fanáticos que atacan, persiguen y censuran a cualquier persona que manifieste ideas críticas a sus dogmas de pureza ideológica que proponen como los únicos válidos en la sociedad.
Todo lo que salga del marco mental de los "neoinquisidores" es tachado de perverso, antidemocrático o contrario a los Derechos Humanos (sic). Y así se censura toda opinión divergente y se impide todo debate racional.
Esta actitud es propia de todo movimiento totalitario, como expresa George Orwell en 1984, con el control social de pensamiento único, con la censura de ideas (de libros, de obras de arte, de monumentos...) e incluso con la imposición de la "neolengua", que retuerce el lenguaje para subyugar a la realidad conforme a su marco ideológico.
Los neoinquisidores muestran un desmesurado afán de recrear o "deconstruir" (como ellos mismos dicen) no sólo el presente, sino también el pasado. Quieren cambiar la cultura y reescribir la historia con el filtro ideológico de la única moralidad tolerable, de manera extremadamente agresiva hoy en día.
La mentalidad religiosa de las ideologías supone disponer del corazón y la mente de las personas al objetivo político. Se aboga por un pensamiento único disfrazado de crítico, y se impone un lenguaje que impide un juicio crítico y autónomo. Hemos llenado el vacío espiritual con dogmas que no cuestionamos.
Lo más gracioso es que los movimientos antisistema están financiados por el mismo sistema. Se ha creado una hegemonía cultural que impone un marco mental del que resulta casi imposible salirse.
Las políticas identitarias buscan articular los colectivos humanos (sic) que se sienten marginados y oprimidos por el sistema. Y este tribalismo, que se basa en fusionarnos con el grupo en aras de renunciar a la responsabilidad individual, según el filósofo Karl Popper, es la principal amenaza para la sociedad abierta.
Por tanto, estamos entrando en la era de las emociones y el activismo social contra la racionalidad y la verdad. Es la "Escuela del Resentimiento" como definía Bloom en El canon occidental.
Aparece el "reino de la oscuridad cultural", como señalaba Roger Scruton (en una columna de julio de 2019), "donde el argumento racional y el respeto por el oponente están desapareciendo del discurso público y donde, crecientemente, se permite sólo una visión y una licencia para perseguir a todos los herejes que no se adhieran a ella".
[La corrección política] podría definirse como una práctica cultural que busca la destrucción reputacional, la censura e incluso la sanción penal de aquellas personas o instituciones que no adhieran, desafíen o ignoren una ideología identitaria que promueva la supuesta liberación de grupos considerados víctimas del opresivo orden social occidental.
La universidad es un lugar donde los estudiantes deben aprender a pensar. Esa misión es imposible si las ideas incómodas están fuera de los limites de lo discutible.
Robespierre fue el máximo exponente de lo que se conoce como "virtue signaling" y que consiste en hacer alarde permanente de la compasión propia para elevar el estatus frente a los demás.
Puesto que las emociones son por naturaleza subjetivas, asumir los sentimientos como criterio de validez de las expresiones implica que desaparezcan aquellas reglas generales e imparciales que permiten diferenciar lo que es verdadero de lo que es falso y lo que es correcto de lo que es incorrecto.
Derrida cree que no es posible conocer la verdad a través del lenguaje, pues éste es en sí mismo una estructura creada por quien la utiliza y, por tanto, es imposible pretender acceso a una verdad fuera de él a través de él. Su teoría de la "deconstrucción" afirma que todos los textos son ambiguos y, por tanto, no existe un solo significado que pueda atribuirse a la palabra escrita, sino tantos como lectores existan. En otras palabras, se abren las puertas a un completo irracionalismo en el sentido de que no se puede reclamar encontrar verdad alguna en un texto, sino múltiples verdades que pueden incluso ser contradictorias. [...] ¿Por qué no deconstruir la deconstrucción? En otras palabras, si el lenguaje no es fuente de conocimiento sobre las cosas, entonces la teoría de Derrida, que es formulada obviamente utilizando el lenguaje, tampoco puede serlo.
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