El libro de cuentos Llamadas telefónicas de Roberto Bolaño es una buena obra que he releído varios veranos. El autor chileno sigue la máxima de Hemingway, que decía que "un buen relato debe ser como un iceberg", esto es, lo que se ve es siempre menos que lo que queda oculto bajo el agua, y otorga intensidad, misterio y fuerza a lo que flota en la superficie.
El cuento que da título al conjunto de la obra me parece extaordinario. Relata la historia de amor y desamor entre dos personas desdichadas que se sienten solas y en peligro, y se llaman por teléfono. El final es una perfecta punta de iceberg amenazante en las aguas oscuras del Titanic de nuestra imaginación.
El cuento Henry Simon Leprince expone la peripecia de un joven escritor sin talento pero poseído por la literatura en tiempos convulsos. Al final del viaje interior aprende que "los buenos escritores necesitan a los malos escritores aunque sólo sea como lectores o como escuderos" (p. 35). El protagonista, patético, recuerda a un personaje de Zafón.
El cuento El gusano narra la historia de un adolescente de 16 años que hace novillos para ir a una librería. En la calle conoce a un hombre extraño y solitario que parece "un gusano blanco", y también se encuentra con una actriz con la que mantiene una interesante conversación. Algo falla en el sistema educativo cuando un adolescente prefiere esconderse en las librerías en vez de ir a clase. El chaval tiene un gran deseo de aprender, pero sus maestros quizá no saben escuchar o el peso del sistema es demasiado para él.
¿Qué haces aquí? Cuando yo era joven, añadió, los novillos se hacían en los billares o en las boleras. Leo libros y voy al cine, dije. Además, yo no hago novillos. Ya, tú desertas, dijo. (El gusano, p. 75)
Roberto Bolaño, Llamadas telefónicas, 1997
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