Poet's Abbey (Blog de lecturas)


La venganza de don Mendo




El dramaturgo se plantó delante del pelotón de fusilamiento y dijo: «Podéis quitarme la hacienda, mis tierras, mi riqueza, incluso podéis quitarme, como vais a hacer, la vida, pero hay una cosa que no me podéis quitar… y es el miedo que tengo».

Es asombroso morir con tanta dignidad, sin perder un genuino sentido del humor, señal de pura inteligencia. El escritor no blasfema ni maldice. Se ríe de los soldados, se ríe de sí mismo. Su crimen era que pensaba diferente a sus verdugos, casi arrepentidos de tener que matarle.

Muñoz Seca amaba el mundo en que vivía, con ese carácter andaluz tan luminoso y ese afán cosmopolita de Madrid y de Barcelona. La terrible guerra se lo llevó por delante, como a tantos otros, pero nos dejó al menos sus obras inmortales.

La venganza de Don Mendo es una sátira en verso que parodia los dramas caballerescos del teatro clásico español. La historia gira en torno a Don Mendo, un noble traicionado por su amada Magdalena, quien por ambición lo abandona para casarse con un duque. 

Humillado y encerrado, Don Mendo escapa y jura vengarse, lo que desata una serie de enredos, todo envuelto en un lenguaje culto, absurdo y cómico.

Con una mezcla de humor verbal, juegos de palabras y anacronismos, la obra es una crítica burlona a los excesos del drama heroico, y al mismo tiempo un homenaje irreverente al Siglo de Oro. Es considerada una de las comedias más populares del teatro español del siglo XX.



Ya amanece. Por esa claraboya
las luces del crepúsculo atalayo.
Pronto entrará del sol el puro rayo
que a las sombras arroya
y en bienestar convierte mi despayo.

Sí. Ya el rayo destella.
Ya mi prisión se enjoya de luz bella
Ya soy dueño de mí. Ya bien me hallo.

¡Ya trina el ruiseñor!... ¡Ya canta el gallo!...
¡Trece de Mayo ya!... ¡Quién lo diría!
Llevo en esta prisión un mes y un día,
sin saber por nadie lo que acontece

¡Y hoy es martes, gran Dios!... ¡Martes y trece!...
¿Por qué el terror invade el alma mía?
¿Por qué me inspira un miedo extraordinario
esa cifra, ¡ay de mi! del calendario?

¡Ah, no cifra fatal!... No humillaréis
el valor de Don Mendo; no podréis;
todas iguales para mí seréis...
¡Trece, catorce, quince y dieciséis!...

Pedro Muñoz Seca, La venganza de don Mendo, 1918

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