El cordobés Ángel de Saavedra, conocido como el Duque de Rivas, usaba su espada como su pluma, en la tradición clásica del soldado escritor. Era un romántico que viajaba, luchaba y escribía para hacer de su propia vida una obra de arte.
La obra de teatro que acabo de releer, Don Álvaro o la fuerza del sino, le consagró como dramaturgo y suposo el triunfo del romanticismo español en el siglo XIX.
¡Ay de mí! Tú vivías,
y yo, lejos de ti, muerte buscaba,
y sin remedio las desgracias mías
despechado juzgaba;
mas tú vives, ¡mi cielo!,
y aún aguardo un instante de consuelo.
Duque de Rivas, Don Álvaro o la fuerza del sino, 1835
La obra de teatro que acabo de releer, Don Álvaro o la fuerza del sino, le consagró como dramaturgo y suposo el triunfo del romanticismo español en el siglo XIX.
¡Ay de mí! Tú vivías,
y yo, lejos de ti, muerte buscaba,
y sin remedio las desgracias mías
despechado juzgaba;
mas tú vives, ¡mi cielo!,
y aún aguardo un instante de consuelo.
Duque de Rivas, Don Álvaro o la fuerza del sino, 1835
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