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Tus tres palabras últimas, que me susurraste al oído en el aeropuerto, van hablando conmigo sin cesar, en las calles de la ciudad más hermosa del mundo. Responden a lo que preguntó mi vida el primer día. Toda la belleza de estas calles de adoquines y farolas de vapor y de esta naturaleza salvaje americana, entre el océano Pacífico y las montañas Rocosas, me recuerda a ti, me lleva a ti, que estás tan cerca.
(...) Aún tengo en el oído
tu voz, cuando me dijo:
"No te vayas." Y ellas,
tus tres palabras últimas,
van hablando conmigo
sin cesar, me contestan
a lo que preguntó
mi vida el primer día (...)
Pedro Salinas
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