Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Mario y el mago





Mann dijo una vez que el artista es como un sismógrafo porque en su obra se registran temblores aún no observados.

Poco después de recibir el Premio Nobel en 1929, el autor alemán-estadounidense, escribió un relato sobre una familia del norte de Europa que veranea en una villa italiana del sur, Torre di Venere. 

En la primera parte, Mann señala el gran contraste cultural entre los dos mundos cuándo la hija de ocho años se baña desnuda en la playa, y los italianos, hipócritas y moralistas, se mofan e incluso la denuncian. 

En la segunda, hay una gran actuación del mago Cipolla (tiene su gracia el nombre), que manipula a un público aborregado con sus trucos. Muchos han visto en este mago la figura del dictador Mussolini, como alegoría de todas las tiranías, que, incluso hoy, siguen influyendo con su poder a los pueblos sin pensamiento crítico.

El mago (el dictador) es un hipnotizador que domina su público mediante un lenguaje mágico, que utiliza palabras o expresiones fetiche con un estilo repetitivo, hipnótico, de manera que las ideas se transforman en creencias. Ortega y Gasset decía que las ideas se tienen (se pueden pensar, aceptar y rechazar); pero en las creencias se está (son como el suelo, que no tenemos necesidad de examinar racionalmente). Cuando una idea se transforma en creencia, la racionalidad y la libertad quedan fuera y la democracia corre peligro. Aunque las creencias son necesarias, ¿cómo se puede debatir sobre creencias?


Era horrible cómo el impostor fingía cariño, encogía coquetonamente los hombros oblicuos, daba una expresión de nostalgia a los ojos subrayados con ojeras y con sonrisa dulzona enseñaba sus mellados dientes.

Thomas Mann, Mario y el mago, 1929

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