La realidad se vuelve evidente para la persona no en el mundo de las ideas, sino en la misma experiencia. "La experiencia es la modalidad propia del ser-presente", decía el filósofo Heidegger, maestro y amante de la pensadora.
Sin embargo, la acción nunca debe ser ideológica, porque debe nacer de una experiencia genuina humana. Para Arendt, el ser humano es capaz de acción porque espera lo inesperado, lo que sobresale de sus ideologías y esquemas mentales.
La pensadora discrepaba de la Teoría Crítica en dos cuestiones fundamentales: el psicoanálisis y el marxismo, como doctrinas naturalistas y deterministas. Ella no creía en utopías ni en que la "justicia" tuviera que ser el valor supremo del Estado.
Arendt era una gran amante de la libertad. Para ella, la desaparición de la vida privada iba acompañada de la desaparición de la vida pública. La pluralidad es la condición de la acción humana, para que pueda surgir el espacio "inter-esse"; que hará posible la vida política.
En Orígenes del totalitarismo, defiende la existencia del mal; y en Eichmann en Jerusalén, la banalidad del mal, que define al oficial nazi como burócrata más que monstruo.
En esta obra, La condición humana, Arendt diferencia la labor (actividad efímera, de repetición), del trabajo (actividad limitada, con un producto) y de la acción (espacio de aparición en la vida pública). El rasgo de la condición humana es la natalidad, porque nacer es iniciar, introducir la novedad en el mundo. Cada vez que nace un niño, la humanidad vuelve a comenzar, pues irrumpe en el mundo alguien único, con un gran poder transformador.
Las ideologías consideran que una sola idea basta para explicar cada cosa en el desarrollo de la premisa, y que ninguna experiencia puede enseñar nada dado que todo está comprendido en este proceso coherente de deducción lógica. (Il pensiero secondo, 1999, p. 136)
El hecho de que el hombre sea capaz de acción significa
que cabe esperar de él lo inesperado, que es capaz
de realizar lo que es infinitamente improbable.
Si fuera verdad que el conocimiento (en el sentido moderno de competencias) y el pensamiento se han de separar el uno del otro, entonces nos convertiríamos en los esclavos no tanto de nuestras máquinas, sino de nuestras competencias, criaturas irreflexivas al arbitrio de cada aparato... (p. 13)
La acción y la palabra están estrechamente relacionadas porque el acto primordial y específicamente humano debe contener la respuesta a la pregunta con la que interrogamos al que acaba de llegar: ¿quién eres tú? (p. 200)
La acción, a diferencia de la fabricación, nunca es posible en aislamiento; estar aislado equivale a estar incapacitado para actuar. (p. 210)
Hannah Arendt, La condición humana, 1958
Comentarios