Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Fragmentos, de Heráclito

 


Heráclito regaló un rollo de papiro de su gran obra Sobre la naturaleza a la diosa Artemisa, en la ciudad de Éfeso. Pero poco después, un loco llamado Eróstrato, que sólo perseguía la fama, incendió el templo y se perdió para siempre esta obra del filósofo.

Si el mundo es críptico, el lenguaje adecuado para representarlo también debe serlo. No por casualidad le llamaban "el oscuro", pues sus obras eran densas y difíciles de descifrar. 

La realidad se explica como una tensión permanente, en una "guerra" o lucha entre contrarios: noche y día, vigilia y sueño, vida y muerte... Todo existe en su oposición, como dos caras de la misma moneda.

Buscaba el logos, la palabra, la razón. Para él, el meollo de las cosas era el cambio. Nada permanece. Todo fluye. No nos podemos bañar dos veces en el mismo río. Esta imagen poderosa impresionó a Platón, a Jorge Manrique ("nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir"), a Borges (le dedicó un poema) y a Bauman en su modernidad líquida.

La tensión de vivir en estas contradicciones nos obliga a vivir atrapados. Pero una pequeña alteración en los equilibrios de fuerzas lo transforma todo. Por eso, esperanza de transformar el mundo es fundamental.


La enfermedad hizo buena y amable la salud; el hambre, la saciedad; el esfuerzo, el descanso... Inmortales mortales, mortales inmortales, viviendo la muerte de otros y la vida otros muriendo. 

Heráclito, 470 a.C.


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