Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Suma teológica

 


Leo esta edición abreviadísima de la Suma teológica de Tomás de Aquino y, de una forma increíble, puedo escuchar el timbre de voz de Eusebi Miralles, mi profesor de filosofía del bachillerato. Es algo que me ocurre cuando leo el libro escrito por un amigo o un conocido: puedo escuchar su propia voz. Aquí me sucede al revés. ¡Escucho a Eusebi en un texto medieval! "La esencia, la verdad" resuenan en el texto con esa voz inolvidable de mi gran profesor de bachillerato, que citaba al buey mudo: "El estudio de la filosofía no es el estudio de lo que han opinado los hombres, sino de aquello que es verdad". También decía: "amar no es más que desear el bien a alguien" (cuestión 20, art. 2). 

Una suma es un debate resumido, sin digresiones, para desvelar la verdad. La Suma teológica de Tomás de Aquino tiene el mérito intelectual de armonizar el naturalismo racionalista de Aristóteles con el platonismo agustiniano, y a la vez de combatir el averroísmo que hacía incompatible la razón con la revelación religiosa. Tomás desarrolla la ética de la virtud aristotélica y señala las vías demostrativas de la existencia de Dios para mostrar que la fe es razonable.

Esta gran obra filosófica consta de tres partes: Dios, el hombre y la revelación bíblica. Cada parte está dividida en tratados, y estos en cuestiones, y finalmente en artículos numerados. Cada artículo se inicia con una formulación simple: sí o no; luego se enumeran las objeciones para demostrar la respuesta contraria; en tercer lugar, se da la solución argumentada; y, finalmente, se resuelven las objeciones del principio con contraargumentos.

Por ejemplo, en el artículo 3 de la cuestión 2 se pregunta si existe o no Dios. Las vías demostrativas son esenciales. Pero quiero señalar las dos objeciones a la existencia de Dios: el problema del mal y las causas naturales que no bastan para mostrar a Dios. Las resuelve de manera que Dios siempre saca un bien de algo malo y que las causas naturales no se explican a sí mismas. El problema del mal se resuelve con la idea de que el mal injusto no tiene la última palabra en el destino del hombre, ya que Dios lo tolera para poder sacar un bien mayor.

Los medievales nos enseñan que si no demostramos nuestras tesis somos dogmáticos, no críticos. Estoy convencido de que hay que recuperar su pensamiento en un mundo en crisis como el nuestro. Por ejemplo, muchos creen que los medievales eran unos ignorantes terraplanistas, cuando en realidad ya sabían que "la tierra es redonda" (cuestión 1, artículo 1); o que la culpa o el pecado (el mal) es aún mayor que la pena o el castigo en el infierno (c. 48, art. 6).

A pesar de la importancia de esta obra cumbre del pensamiento medieval, al final de su vida, el autor estuvo a punto de destruirlo porque se dio cuenta de que lo esencial no es estudiar sino abandonarse en los brazos de Dios con la confianza ciega de un niño pequeño. De hecho, en la Suma ya reconoce que "es mejor amar a Dios que conocerlo" y que el mayor bien que se le puede hacer a alguien es guiarlo hacia la verdad (c. 82, art. 3).


CUESTIÓN 9. ARTÍCULO 1: DIOS, ¿ES O NO ES COMPLETAMENTE INMUTABLE?

Sí, y ello por tres razones:

1. Porque mudar es pasar de la potencia al acto. Pero Dios es acto puro, sin nada de potencia.

2. Porque mudar implica permanecer con respecto a algo y cambiar con respecto a algo. Luego ser compuesto. Pero Dios es simplísimo y sin nada compuesto.

3. Porque mudar implica adquirir algo que antes no se tenía, en virtud del movimiento. Pero Dios es infinito y contiene en sí toda la perfección del ser. Luego no puede adquirir nada ni ampliarse en algo que antes no tuviera.


CUESTIÓN 9. ARTÍCULO 2: ¿ES O NO ES PROPIO DE DIOS SER INMUTABLE?

Sí. En efecto, algo puede ser mudable en dos sentidos:

1. Por la potencia que hay en otro. Todas las criaturas reciben su ser por denominación de Dios. Luego el que lo conserven depende de su voluntad. Entonces pueden cambiar a la nada.

2. Por la potencia que tiene en sí mismo. En los cuerpos terrestres puede cambiar su forma conservándose la materia, y sus accidentes conservándose la sustancia. En los cuerpos celestes puede cambiar su sustancia local. Y en las sustancias incorpóreas puede cambiar su elección entre el bien y el mal y su lugar.

Por tanto, en cualquiera de ambos sentidos sólo Dios es inmutable.


Tomás de Aquino, Suma teológica, 1485

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