Nada más filosófico que la mirada asombrada sobre el mundo de aquel que cuestiona lo obvio. Si observamos lo que nos rodea con ojos de extraterrestre lo veríamos todo soprendentemente raro y extraño. Quizá lo veríamos con humor, sin "una sola sombra de melancolía", como dice el autor, y "sin asomo de tragedia ni de censura".
La breve novela trata sobre un extraterrestre que llega a la Tierra para buscar a otro llamado Gurb. En la búsqueda de su colega, por la Barcelona preolímpica, se topa con varias cosas extrañísimas para él y cotidianas para nosotros, cosas que damos por supuesto, sin pensar, como comprar unos zapatos o viajar en tren, y que son nuevas para los ojos de un extraterrestre, un niño pequeño, un filósofo o un poeta.
Este fragmento que he subrayado en el libro es el que os quiero dejar para llevar a una clase de filosofía o a un diálogo de sobremesa, que a veces se confunden:
No sé por qué algunas personas prefieren habitar en barrios como San Cosme, de triste recuerdo, pudiendo hacerlo en barrios como Pedralbes. Es posible que no se trate tanto de una cuestión de preferencias como de dinero. Según parece, los humanos se dividen, entre otras categorías, en ricos y pobres. Es ésta una división a la que ellos conceden gran importancia, sin que se sepa por qué. La diferencia fundamental entre los ricos y los pobres parece ser ésta: que los ricos, allá donde van, no pagan, por más que adquieran o consuman lo que se les antoje. Los pobres, en cambio, pagan hasta por sudar. (...)
Desde el punto de vista estadístico, parece demostrado que los ricos viven más y mejor que los pobres, que son más altos, más sanos y más guapos, que se divierten más, viajan a lugares más exóticos, reciben mejor educación, trabajan menos, se rodean de mayores comodidades, tienen más ropa, sobre todo de entretiempo, son mejor atendidos en la enfermedad, son enterrados con más boato y son recordados por más tiempo.
Eduardo Mendoza, Sin noticias de Gurb, 1990
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