Poet's Abbey (Blog de lecturas)


La gravedad y la gracia

 



La filósofa francesa Simone Weil murió exiliada en el Reino Unido en 1943. Ella tenía una fuerte conciencia social, a pesar de venir de una familia adinerada. Estudió Filosofía en París y obtuvo una plaza de profesora, pero en 1935 se enroló en el mundo obrero. Esto condicionó todo su pensamiento filosófico y antropológico, marcado por un encuentro espiritual y trascendente. Luchó como miliciana en la guerra civil española. En 1942 se exilió a Nueva York y después a Londres, dónde su decisión de no comer más que un obrero de la resistencia francesa aceleró su muerte.

La filósofa, compasiva con los que sufren, dijo que la belleza y la aflicción son las dos únicas cosas que pueden atravesar nuestros corazones. Por eso, ante el dolor, la injusticia y la mediocridad, necesitamos la belleza, la única forma de curación que existe para iluminar las tinieblas del mundo.

Ella escribe, en esta obra, que la clave de la educación "no es comprender cosas nuevas, sino llegar a comprender, a través de paciencia, esfuerzo y método, las verdades evidentes de toda alma." (p. 173)

Esta obra es una selección (hecha por su amigo, el escritor Gustave Thibon) de fragmentos de los cuadernos de la filósofa parisina. Constituye una vía de entrada al pensamiento rico, fecundo y paradójico de una gran mujer, que vivió su vida en clave mística, esclava de la "gravedad" de la condición humana y liberada por la "gracia" divina.


La ciencia que no nos acerca a Dios no vale nada. Pero si nos acerca mal, es decir, a un Dios imaginario, es peor... (p. 107)

Hay castidad o no en el amor según si el deseo se dirige o no hacia el futuro. (p. 117)

El bien es esencialmente diferente del mal. El mal es múltiple y fragmentario, el bien es uno; el mal es aparente, el bien es misterioso; el mal consiste en acciones, el bien en no-acción, en acción no actuante, etc. (p. 122)

La muerte es lo más precioso que se ha dado al hombre. Es por eso que la impiedad suprema consiste en usarla mal. (p. 139)

Si pensara que Dios me envía el dolor por un acto de su voluntad y por mi bien, creería ser alguna cosa, y negligiría así el uso principal del dolor, que consiste en enseñarme que no soy nada. No hay que pensar nada de este estilo. Pero hay que amar a Dios a través del dolor. (p. 168)

La religión como fuente de consuelo es un obstáculo para la fe verdadera: en este sentido, el ateísmo es una purificación. Tengo que ser atea con la parte de mí misma que no está hecha para Dios. Entre los hombres que no tienen despierta la parte sobrenatural de ellos mismos, los ateos tienen razón y los creyentes se equivocan (p. 172)

La atención totalmente pura es pregaria. (p. 174)

Si lo bello es presencia real de Dios en la materia, si el contacto con lo bello es un sacramento en el sentido más pleno de la palabra, ¿por qué hay tantos estetas perversos? (...) Porque, como hay un arte divino, hay también un arte demoníaco. Éste es sin duda el que le gustaba a Nerón. Una gran parte de nuestro arte es demoníaco. Un aficionado apasionado con la música puede ser perfectamente perverso, pero me costaría creerlo de alguien sediento de canto gregoriano. (p. 211)

La libertad sin amor sobrenatural, la de 1789, está totalmente vacía, una simple abstracción, sin ninguna posibilidad de ser real. (p. 231)

La monotonía de lo que hay es lo más bello y lo más horroroso. Lo más bello si es un reflejo de la eternidad. Lo más horroroso si es el indicio de una perpetuidad sin cambio. Tiempo superado o tiempo esterilizado. (p. 242)

Simone Weil, La gravedad y la gracia, 1947


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