Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Lutero, Calvino, Trento. La Reforma que no fue

 


Alberto Garín y Fernando Díaz Villanueva hablan de la Reforma "que no fue" porque la reforma del cristianismo ya se había puesto en marcha en el seno de la misma Iglesia Católica bastante antes de Lutero. Varios teólogos querían reformarla, pero los  espíritus se dividieron al chocar contra la rigidez de los altos cargos, que no fueron capaces de hacer una sola concesión.

Si la jerarquía eclesiástica hubiera hecho caso a Erasmo de Rotterdam, a Tomás Moro o al cardenal Cisneros, todo hubiera sido distinto, pues ellos pedían volver a las fuentes y estudiar lo que los padres de la Iglesia y los escolásticos habían querido decir, para seguir a Cristo en medio del mundo, para dar testimonio con una vida entregada a los demás, para imitarle, como diría Kempis.

Pero apareció Lutero y criticó la venta de indulgencias. El monje agustino alemán encontró en las Cartas de San Pablo la respuesta a sus cuitas en un contexto geopolítico muy concreto, en una pequeña ciudad de una Alemania pobre y campesina. Seguramente, si hubiera acontecido en otro lugar más cercano al poder, las cosas hubieran sido de otra forma (como el caso de Savonarola, que agitó Florencia unos años antes con su crítica a la simonía.)

El gesto de clavar las tesis en la puerta de la iglesia (símbolo de la reforma luterana que empieza en 1517) era una de las formas cotidianas de dar comienzo un debate en la universidad en aquellos tiempos. 

Wittenberg era tan pequeña que Lutero las envió, además, a Alberto de Brandenburgo, para que el príncipe tuviera el documento para refutar la venta de indulgencias (todavía no cuestiona la figura del Papa).

La tesis de Lutero es que la Palabra Sagrada es la única fuente para el cristiano y que sólo la fe salva. 

El pecado original daña la naturaleza humana creada por Dios. Para los católicos, implica el origen de la inclinación al mal. Para los protestantes, en cambio, es la aniquilación total de la pureza del alma humana. La diferencia es muy significativa.

La predestinación es otro punto clave, pues para Lutero esto significa la salvación que viene por la fe (Rom 3,27). Solo se salvan los elegidos y, por tanto, las obras (de la Ley) no sirven para nada. Los sacramentos carecen de valor.

Ante estas cuestiones teológicas, el Papa y el emperador no hacen nada. Después del quinto concilio de Letrán (1517), los papas siguen obcecados en crear su propio Estado y todo lo demás debe subordinarse a ese empeño político. En la década de 1530 necesitan con urgencia otro concilio ante el problema de Lutero y los príncipes alemanes, pero no quieren saber nada, temerosos quizá de cuestionar la autoridad papal. 

La Reforma arranca, pues, como reacción al intento de crear un Estado poderoso en Italia. Y cuando quieren revertir la Reforma y acabar con ella, como habían hecho en el pasado con cátaros y husitas, es ya demasiado tarde.

Llegan en Europa las llamadas "guerras de religión". La primera es la Guerra de los Campesinos, en 1524-25 en Alemania, entre luteranos y otros protestantes. "El protestantismo llevaba inserto en su genoma la semilla de la división", como el caso de los anabaptistas de Müntzer, que apoyaron la causa de los insurrectos, los campesinos depauperados, contra los príncipes (fieles a Lutero).

En 1541, Juan Calvino consigue hacerse con Ginebra gracias al predicador fanático Farel, desarrolla sus tesis e instaura una teocracia que dura varios años. Todos los habitantes son obligados por la administración a jurar públicamente el nuevo catecismo. La "libertad del hombre cristiano" queda anulada. Sólo Calvino puede interpretar la Palabra de Dios. Se exaltan la predestinación, el trabajo y el individualismo. Si te va bien en la vida y tienes fe, te salvas.

Se derrama sangre por motivos religiosos. En la noche de San Bartolomé, en 1572, los católicos parisinos pasan a cuchillo a todos los hugonotes de la ciudad. La matanza se extiende por todo el país en los meses siguientes. El duque de Alba persigue a los calvinistas en los Países Bajo. Isabel I y Gustavo Adolfo hacen lo mismo con los católicos en Inglaterra y en Suecia.

La guerra de los Treinta Años (1618-1648) fue en esencia una guerra dinástica con motivación religiosa. Se despacha la hegemonía de los Habsburgo. Y se definen para siempre las fronteras sociopolíticas de los países católicos y protestantes en un contexto de intolerancia religiosa.

Por cierto, el término "protestante" nace cuando los príncipes alemanes protestan por el cambio de criterio del emperador, que, después de haber saqueado Roma y haber apresado al Papa, les pide que vuelvan al redil y se sometan al Papa.

Al final, la batalla del relato la ganan los protestantes con La ética protestante y el espíritu del capitalismo de Max Weber en 1905. Su tesis es que los países protestantes son más ricos que los católicos pobres por su cosmovisión del mundo y del trabajo. Nada ayudó tanto a preparar la industrialización como la doctrina calvinista de la obediencia total, pues en Ginebra las masas son educadas de forma religiosa en la uniformidad y mecanización. Sin embargo, esta correlación (tan manida por pastores evangélicos hispanoamericanos) es engañosa. "Zimbaue, Zambia o Kenia son mayoritariamente protestantes, pero nadie explica su subdesarrollo a través de la religión, cosa que sí sucede con Ecuador, Colombia o Nicaragua". El autor de Turingia fue criado por una madre calvinista y traspasó sus prejuicios a sus textos.

 

Santa Teresa (de Jesús) viene a demostrar que, sin abandonar a institución, ni renegar del Papa, se puede alcanzar esa vida de pobreza y recogimiento y, a la vez, comunicarse con Dios de forma muy personalizada.


Una fe acendrada la acompañaban de misiones, de colegios, de obras de caridad. No hay salvación posible si no viene acompañada de buenas acciones. Ese es el gran éxito de Trento. Dijo a los movimientos de renovación previos que su camino era el correcto. [...] Fue un proceso tan exitoso que no volvió a aparecer un nuevo Lutero y no hizo falta celebrar un nuevo concilio hasta finales del siglo XIX.


En Norteamérica (holandeses e ingleses) expanden su fe porque son ellos mismos los que se trasladan, pero no muestran intención de convertir a los nativos.


La Iglesia católica se estaba ya renovando desde el siglo anterior. Ya había una sociedad que anhelaba algún tipo de reforma. Cuando surgen otros caminos de renovación existe un público que está esperando el mensaje. La primera razón del éxito de la Reforma luterana es esa misma.


La cosmovisión de Marx era muy luterana. La tabla rasa del propio Lutero, que renegó de toda la tradición cristiana desde los padres de la Iglesia y que se creía capaz él solo de entender cómo funcionaba el mundo. Eso es lo que hará Marx generando su dialéctica, su lucha de clases y su fin de la historia. [...] Hegel era también protestante y la hegeliana fue la ubre nutricia del marxismo.


Alberto Garín y Fernando Díaz Villanueva, La reforma que no fue, 2022


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