Mi abuelo paterno siempre contaba cómo, en la batalla de Teruel, su batallón se quedó defendiendo su posición en un promontorio hasta el final, porque el mensajero nunca llegó con la orden de retirada. El enemigo, convencido de que se enfrentaba a un ejército más numeroso y feroz de lo que realmente era, terminó retirándose con graves pérdidas. Y mi abuelo y sus compañeros ganaron una medalla por su honor y coraje. Todo por un malentendido.
Algo parecido ocurre en La sombra del águila, la novela de Arturo Pérez-Reverte que mezcla con maestría la épica y el absurdo. Durante la campaña de Rusia en 1812, el segundo batallón del 326 de Infantería de Línea, de soldados españoles, forzados a servir en el ejército napoleónico, decide desertar en medio de una batalla desesperada en Sbodonovo. Pretenden pasarse al bando ruso, pero su intento de huida es malinterpretado por Napoleón, que lo confunde con un gesto de heroísmo y ordena una carga de caballería en su apoyo. El resultado: una cadena de equívocos que desencadena consecuencias tan inesperadas como cómicas y trágicas.
Los soldados españoles se habían enrolado a la fuerza en el ejército napoleónico en Dinamarca, habían caído prisioneros en Hamburgo, y una vez liberados, avanzaron hacia Vitesbk y Smolensko, y después a Valutina y Borodino, donde participaron en algunas de las batallas más cruentas de la campaña rusa, y en Sbodonovo intentaron desertar y acabaron como héroes a los ojos de Napoleón. Después, llegaron a Moscú y sufrieron la penosa retirada como tantos "alemanes, italianos, holandeses, polacos, enrolados de grado o por fuerza en la empresa imperial" (pues, como es sabido, un tercio de los soldados de la Grande Armée no eran franceses).
Publicada originalmente en El País en 1993, mientras el autor cubría la guerra de Bosnia, esta historia breve combina un humor feroz con una visión mordaz de la guerra y la condición humana. Pérez-Reverte despliega su inconfundible estilo, lleno de ironía, para recordarnos que, en el campo de batalla, la línea entre la gloria y el desastre a menudo depende de un simple error de comunicación.
Cuatro mil hombres saliendo por pies ante cuatrocientos es un espectáculo que no se dio con frecuencia en la campaña de Rusia. El movimiento de pánico se propagó como una ola, y las primeras filas ruskis echaron a correr.
Más vale ser héroes a la fuerza que fusilados por sorteo, uno de cada dos, como aquellos compañeros a los que echaron el guante en Vitebsk.
Arturo Pérez-Reverte, La sombra del águila, 1993
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