Los hermanos Karamazov de Fiódor Dostoievski indaga en cuestiones filosóficas y existenciales, particularmente en torno al misterio de la existencia de Dios y la moral. Publicada por primera vez en 1880, la novela presenta un panorama complejo de personajes y diálogos que exploran las dimensiones más profundas de la condición humana.
En el centro de la trama se encuentran los tres hermanos Karamazov: Dmitri, Iván y Aliosha, quienes encarnan diferentes perspectivas sobre la fe, la moral y la existencia divina.
El padre de ellos, Fiódor Pávlovich Karamazov, un crápula sin escrúpulos, es asesinado misteriosamente. Acusan de parricidio a Dmitri, el hijo mayor, principal sospechoso del crimen. No obstante, él se declara inocente en una época en que la moral empieza a morir y el relativismo asoma sus narices. Los personajes se preguntan: "¿Está todo permitido si Dios no existe?"
Iván Karamazov se niega a aceptar la armonía universal de la Providencia si ésta requiere los sufrimientos de un niño inocente. "Todo el conocimiento del mundo no vale las lágrimas de un niño", defenderá después la gran filósofa parisina Simone Weil. Así, Iván emerge como el portavoz de las dudas y cuestionamientos más profundos sobre la existencia de Dios.
En el monólogo titulado "El Gran Inquisidor", critica que los hombres son capaces de sacrificar la libertad por la seguridad, incluso si eso significa rechazar a Dios. La mayoría de la gene teme la propia libertad y, ante la complejidad de los problemas, ansía la mecanización del mundo a través de un orden terminante que les libre de tener que pensar.
La figura de Aliosha representa la fe y la devoción religiosa. Su viaje espiritual y sus encuentros con diversos personajes sirven como medio para explorar las interpretaciones de la moralidad y la relación con lo divino: "Todos somos responsables de todos los demás, pero yo soy más responsable que cualquier otro."
La tensión entre la fe y la incredulidad se manifiesta de manera tangible a medida que los hermanos Karamazov se enfrentan a sus propios demonios internos y a las consecuencias de sus acciones.
Se basa en La esencia del cristianismo del filósofo Ludwig Feuerbach, que defendía la tesis de que Dios no crea al hombre, sino que el hombre crea a Dios, y proyecta en Él las cualidades humanas más excelsas en grado sumo.
Dostoievski utiliza la trama y los personajes para examinar las preguntas fundamentales de la existencia humana: ¿Existe Dios? ¿Cómo se relaciona la moralidad con la fe? ¿Es posible la redención? A través de los personajes y sus dilemas, el autor aborda estas preguntas de manera profunda y reflexiva.
Este dilema sobre la moralidad ya lo plasmó Platón con el diálogo de Eutifrón: ¿son buenas las cosas que Dios manda porque Dios las manda, o Dios las manda porque son buenas? Si Dios dijera que hay que matar a un niño inocente, ¿esto sería bueno moralmente? Sólo Abraham e Isaac rompe en mil pedazos este dilema, como advirtió otro filósofo, Kierkegaard.
Lo asombroso es, no que Dios exista, sino que esta idea de la necesidad de Dios acuda al espíritu de un animal perverso y feroz como el hombre. Es una idea santa, conmovedora, llena de sagacidad y que hace un gran honor al hombre. (p. 225)
Mi querida madre, ya sé que ha de haber amos y servidores, pero yo quiero servir a mis criados como ellos me sirven a mí. Y aún te diré más, madre mía: todos somos culpables ante los demás, por todos y por todo, y yo más que nadie. (p. 277)
Mientras cada ser humano no se sienta verdaderamente hermano de su prójimo, no habrá fraternidad. (p. 293).
Dostoievski, Los hermanos Karamazov, 1880
Lo asombroso es, no que Dios exista, sino que esta idea de la necesidad de Dios acuda al espíritu de un animal perverso y feroz como el hombre. Es una idea santa, conmovedora, llena de sagacidad y que hace un gran honor al hombre. (p. 225)
Mi querida madre, ya sé que ha de haber amos y servidores, pero yo quiero servir a mis criados como ellos me sirven a mí. Y aún te diré más, madre mía: todos somos culpables ante los demás, por todos y por todo, y yo más que nadie. (p. 277)
Mientras cada ser humano no se sienta verdaderamente hermano de su prójimo, no habrá fraternidad. (p. 293).
Dostoievski, Los hermanos Karamazov, 1880
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