Alejado del barullo de una playa abarrotada de guiris y sombrillas, me senté en una roca del malecón y, con el mar Mediterráneo de fondo, leí El mito de Sísifo.
Desde la primera línea, uno siente esa inquietud de leer y releer unas páginas eternas escritas en plena Segunda Guerra Mundial, cuando los cimientos de Europa temblaban bajo el peso de los tanques nazis y soviéticos.
El mito griego de Sísifo es tremendo: el hombre condenado a subir una roca a una montaña, que se precipita cuando llega a la cumbre, y volver a comenzar. Lo terrible de Sísifo es que puede ser, en cierto modo, feliz en su absurdo destino. Porque la única manera de enfrentarse al absurdo es conocerlo con plena lucidez, mantener la conciencia tensa y alerta, no dejarse embaucar ni doblegar. Hay que asumir el absurdo para rebelarse ante él. El suicidio sería plegarse, dejarse arrollar y entregarle la vida, lo único cierto que tenemos. Porque el divorcio entre un hombre y su vida es la sensación de absurdo.
Desde la primera línea, uno siente esa inquietud de leer y releer unas páginas eternas escritas en plena Segunda Guerra Mundial, cuando los cimientos de Europa temblaban bajo el peso de los tanques nazis y soviéticos.
El mito griego de Sísifo es tremendo: el hombre condenado a subir una roca a una montaña, que se precipita cuando llega a la cumbre, y volver a comenzar. Lo terrible de Sísifo es que puede ser, en cierto modo, feliz en su absurdo destino. Porque la única manera de enfrentarse al absurdo es conocerlo con plena lucidez, mantener la conciencia tensa y alerta, no dejarse embaucar ni doblegar. Hay que asumir el absurdo para rebelarse ante él. El suicidio sería plegarse, dejarse arrollar y entregarle la vida, lo único cierto que tenemos. Porque el divorcio entre un hombre y su vida es la sensación de absurdo.
La vida es absurda, ciertamente, pero darse cuenta de ello, de la tarea inútil y reiterativa de lo cotidiano, nos exime de la desesperación, pues pone de manifiesto que podemos rebelarnos. La rebelión de Sísifo es una invitación a la filosofía, es decir, una revuelta contra las razones que nos empujan a no indagar, no hacer, no ser.
No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no la pena de ser vivida equivale a responder a la cuestión fundamental de la filosofía.
Albert Camus, El mito de Sísifo, 1942
No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no la pena de ser vivida equivale a responder a la cuestión fundamental de la filosofía.
Albert Camus, El mito de Sísifo, 1942
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Louis Ferdinand Céline