Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Mi ración de alegría

La última vez que estuve por España me encontré con algunas caras amargadas, infelices, mediocres, incapaces de sonreír tímidamente en una ventanilla. Me pareció un país más triste del que dejé. Pero quizá soy yo el que he cambiado.

Dicen los viejos que todo depende del cristal con que se mire. Ante una misma situación uno puede quejarse hasta el infinito o quedarse con lo bueno, porque siempre hay un lado positivo de las cosas.

A este lado del charco está muy mal visto los malos morros, las palabrotas y la falta de cortesía. Muchas veces puede parecer una sonrisa falsa en las personas que atienden cara al público, de acuerdo, ¿pero por qué yo tengo que soportar el mal rollo de la taquillera de Renfe que no quiere aclararme una duda y ni me mira a los ojos cuando le hablo? En esto, me quedo con Estados Unidos, donde quizá no hay más alegría, pero más cortesía.

Sin cortesía, no puede haber alegría. Porque alguien que se está quejando siempre no es cortés ni tampoco puede ser feliz. ¿Dónde está la felicidad de alguien que no da los buenos días, nunca sonríe y se queja siempre de su jefe?

Y aquí os dejo, lectores, un poema inmenso de una mujer que defendía la alegría en un país tan bello como el nuestro.


Defiendo la alegría,
la precaria, amenazada,
difícil alegría,
al raso, limpia, en cueros,
mi ración de alegría.
No me arrastréis al pozo
de las verdes culebras.
No os arrojo a la cara mi alegría,
os la tiendo tan sólo
como una débil luz, como una mano.
No es ningún baluarte
ni ningún ofensivo privilegio,
es mi único utensilio cotidiano,
mi tela de labor.
No tengo otra bandera
y ostenta unos colores ya un poco desteñidos;
mirad que la levanto a duras penas,
contra viento y marea,
sin sombra alguna de provocación.
Es parcela pequeña, minifundio,
terreno sin cercados ni aparceros
que aro, riego y abono por mí misma,
con fe, de sol a sol.Tomad el pobre o rico,
el cuestionable fruto que desde ella os ofrezco,
pues sólo desde aquíos consigo mirar, ayudar, entender,
poner tal vez en claro alguna cosa.
No me la reprochéis ni adobéis de negrura
como un reducto inmundo, segregado;
ved que no la defienden ni pinchos ni alambradas
y que podéis pasar aquí conmigo al sol.
No me arrastréis al pozo
de las verdes culebras.


Carmen Martín Gaite (1925-2000)

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