Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Cien años de soledad

¿Es útil la literatura? Para contestar esta pregunta cabe recordar al coronel Aureliano Buendía, el personaje de Cien años de soledad, que se dedica a fabricar pescaditos de oro a cambio de monedas de oro que después se funden para producir de nuevo otros pescaditos, en un círculo vicioso:

"Desde que decidió no venderlos, seguía fabricando dos pescaditos al día, y cuando completaba veinticinco volvía a fundirlos en el crisol para empezar a hacerlos de nuevo". (p. 302)

Es probable que el acto creativo y gratuito de la literatura se base en esta simplicidad y este gozo con el que el coronel fabrica los pescaditos de oro. Parece una tarea inútil, pero es valiosa. Porque no hay que confundir la utilidad de lo valioso, por ejemplo, un corcho es útil y una buena botella de vino compartida es valiosa.

La gran novela Cien años de soledad de Gabriel García Márquez relata un siglo de hechos y cotidianidades de la familia Buendía en el pueblo de Macondo, desde su fundación hasta su decadencia.

José Arcadio Buendía es un hombre obsesionado con la idea de encontrar una ruta que lo lleve al mar. A lo largo de varias generaciones, la narración recorre la vida de la familia Buendía, mostrando sus éxitos, fracasos, amores, tragedias y su interacción con la realidad mágica que se teje en el mundo de Macondo.

No obstante, la familia Buendía no es la protagonista. Ni tampoco es el pueblo Macondo. Lo es el tiempo, que recorre las páginas como una sombra, igual que en La montaña mágica de Thomas Mann

Para comprender el alcance del tiempo como protagonista de ambas obras literarias es necesario deternenos en la concepción del tiempo de Bergson. El filósofo francés decía que pensar el tiempo en tres momentos diferenciados (pasado, presente, futuro) es una forma incompleta de acercarnos a la realidad. ¿Podemos separar el presente del pasado y del futuro? ¿Qué es el presente, si un instante pasa y no se puede abarcar? Experimentamos el tiempo de una forma mucho más compleja y rica. El tiempo se despliega y condensa en un instante.

El memorable inicio de la obra ("Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota..") retrata ya el tiempo disperso y múltiple, las idas y venidas temporales, porque el tiempo se derrama hacia el pasado y también hacia el futuro.

Por otra parte, el autor permite a los muertos (el pasado) estar presentes. El realismo mágico es una característica de esta novela, en la que se mezclan la realidad y la fantasía. Los fenómenos sobrenaturales se presentan con naturalidad, como el ascenso de Remedios, la Bella, al cielo mientras dobla sábanas, o la llegada de la lluvia amarilla. Esta fusión de elementos realistas con eventos insólitos proporciona una perspectiva única sobre la identidad latinoamericana y la naturaleza humana.

La novela también critica la opresión política y social: cómo el destino de una comunidad puede verse influenciado por los errores y las pasiones humanas. Y, sobre todo, arroja luz sobre hechos ocultos en la historia de Hispanoamérica, como las terribles matanzas de obreros, que llegaron a cargar "doscientos vagones". El escritor narra la Verdad que la Historia había "negado", porque, como dice la última frase del libro: "las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra".



El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. (p. 9)

Con su terrible sentido práctico, ella no podía entender el negocio del coronel, que cambiaba los pescaditos por monedas de oro, y luego convertía las monedas de oro en pescaditos, y así sucesivamente, de modo que tenía que trabajar cada vez más a medida que más vendía, para satisfacer un círculo vicioso exasperante. En verdad, lo que le interesaba a él no era el negocio sino el trabajo.


Esa noche, la guardia derribó a Mauricio Babilonia cuando levantaba las tejas para entrar en el baño donde Meme lo esperaba, desnuda y temblando de amor entre los alacranes y las mariposas, como lo había hecho casi todas las noches de los últimos meses. Un proyectil incrustado en la columna vertebral lo redujo a cama por el resto de su vida. Murió de viejo en la soledad, sin un quejido, sin una protesta, sin una sola tentativa de infidencia, atormentado por los recuerdos y por las mariposas amarillas que no le concedieron un instante de paz, y públicamente repudiado como ladrón de gallinas.

Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, 1967

Comentarios

C.S. ha dicho que…
¡Qué buena! Una de mis novelas favoritas de todos los tiempos