El último día de 1941 apareció en un diario francés el anuncio de una adolescente de quince años desaparecida en París. Nueves meses más tarde, el nombre de la chica estaba en una lista de deportados al campo de exterminio de Auschwitz.
Patrick Modiano narra la investigación que hace para reconstruir la biografía perdida de una chica que se escapó de un internado y que murió en manos de los nazis.
Algunos críticos consideran esta breve obra como la mejor novela de Modiano. Su lectura no puede dejar indiferente a nadie:
El sábado 19 de septiembre, al día siguiente de la partida de Dora y de su padre, las autoridades de ocupación impusieron el toque de queda en represalia por un atentado cometido en el cine Rex. Nadie podía salir de casa desde las tres de la tarde hasta la mañana siguiente. La ciudad estaba desierta como para subrayar la ausencia de Dora.
Más tarde, el París en el que he intentado encontrar su pista se ha quedado tan desierto y tan silencioso como aquel día. Transito a través de calles vacías. Para mí lo están, incluso al terminar la tarde, a la hora de los embotellamientos, cuando la gente se apresura para llegar a las bocas de metro. No puedo dejar de pensar en la joven y sentir un eco de su presencia en ciertos barrios. La otra noche, en la estación del Norte.
Nunca sabré cómo pasaba los días, dónde se escondía, en compañía de quién estuvo durante los primeros meses de su fuga y duramte las semanas de primavera en que se escapó de nuevo. Es su secreto. Un modesto y precioso secreto que los verdugos, las ordenanzas, las autoridares llamadas de ocupación, la prisión preventiva, la Historia, el tiempo -todo lo que nos ensucia y destruye- no pudieron robarle.
Patrick Modiano, Dora Bruder, 1997
Patrick Modiano narra la investigación que hace para reconstruir la biografía perdida de una chica que se escapó de un internado y que murió en manos de los nazis.
Algunos críticos consideran esta breve obra como la mejor novela de Modiano. Su lectura no puede dejar indiferente a nadie:
El sábado 19 de septiembre, al día siguiente de la partida de Dora y de su padre, las autoridades de ocupación impusieron el toque de queda en represalia por un atentado cometido en el cine Rex. Nadie podía salir de casa desde las tres de la tarde hasta la mañana siguiente. La ciudad estaba desierta como para subrayar la ausencia de Dora.
Más tarde, el París en el que he intentado encontrar su pista se ha quedado tan desierto y tan silencioso como aquel día. Transito a través de calles vacías. Para mí lo están, incluso al terminar la tarde, a la hora de los embotellamientos, cuando la gente se apresura para llegar a las bocas de metro. No puedo dejar de pensar en la joven y sentir un eco de su presencia en ciertos barrios. La otra noche, en la estación del Norte.
Nunca sabré cómo pasaba los días, dónde se escondía, en compañía de quién estuvo durante los primeros meses de su fuga y duramte las semanas de primavera en que se escapó de nuevo. Es su secreto. Un modesto y precioso secreto que los verdugos, las ordenanzas, las autoridares llamadas de ocupación, la prisión preventiva, la Historia, el tiempo -todo lo que nos ensucia y destruye- no pudieron robarle.
Patrick Modiano, Dora Bruder, 1997
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