Se acordó, de pronto, del rostro de su padre que le preguntaba con voz ronca y fuerte: "¿Por qué dices que me tienes miedo, hijo?". Entonces reflexionó sobre la mala educación que había recibido por culpa del autoritarismo de un padre conservador, severo e hipócrita. Estaba convencido de que todas sus inseguridades nacían en aquella educación terrible del castigo y la amenaza.
En realidad, lo mejor que puede hacer un padre por su hijo es acogerlo con satisfacción y orgullo cuando llega. Pero esto no era el caso del padre de Kafka.
"En cierto modo, me siento a salvo escribiendo, puedo respirar", se dijo mientras bajaba la mirada hacia el papel en blanco y se disponía a escribir una carta sincera a su propio padre, una carta que -dicen- el destinatario nunca llegó a leer:
Querido padre:
No hace mucho me preguntaste por qué digo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué contestarte; en parte, precisamente, por el miedo que te tengo; en parte porque en la explicación de dicho miedo intervienen demasiados pormenores para poder exponerlos con mediana consistencia. Y si, con esta carta, intento contestar a tu pregunta por escrito, lo haré sin duda de un modo muy incompleto, porque, aun escribiendo, el miedo y sus consecuencias me atenazan al pensar en ti...
Franz Kafka, Carta al padre, 1919
"En cierto modo, me siento a salvo escribiendo, puedo respirar", se dijo mientras bajaba la mirada hacia el papel en blanco y se disponía a escribir una carta sincera a su propio padre, una carta que -dicen- el destinatario nunca llegó a leer:
Querido padre:
No hace mucho me preguntaste por qué digo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué contestarte; en parte, precisamente, por el miedo que te tengo; en parte porque en la explicación de dicho miedo intervienen demasiados pormenores para poder exponerlos con mediana consistencia. Y si, con esta carta, intento contestar a tu pregunta por escrito, lo haré sin duda de un modo muy incompleto, porque, aun escribiendo, el miedo y sus consecuencias me atenazan al pensar en ti...
Franz Kafka, Carta al padre, 1919
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