Winnie está enterrada hasta la cintura en un montículo calcinado, torturada bajo una luz cegadora, en el primer acto. Arropada en un ritual de gestos cotidianos, ella repite una y otra vez que es feliz: "Oh, this is a happy day!". Se dirige a su marido, Willie, un hombre taciturno y desgraciado, oculto, como avergonzado, en las sombras del escenario.
En el segundo acto, Winnie está ya enterrada hasta el cuello y prosigue su monserga de recuerdos felices.
El dramaturgo dublinés, parisino de adopción, es un claro paradigma del teatro del absurdo, en el que invita a reflexionar sobre la radical soledad e inabarcable inseguridad del hombre y de la mujer actuales.
(...) Ah well
what a joy in any case to know that you are there,
as usual, and perhaps awake, and perhaps taking
all this in, some of all this, what a happy day
for me... it will have been. (Pause) So far.
Samuel Beckett, Happy days, 1961
En el segundo acto, Winnie está ya enterrada hasta el cuello y prosigue su monserga de recuerdos felices.
El dramaturgo dublinés, parisino de adopción, es un claro paradigma del teatro del absurdo, en el que invita a reflexionar sobre la radical soledad e inabarcable inseguridad del hombre y de la mujer actuales.
(...) Ah well
what a joy in any case to know that you are there,
as usual, and perhaps awake, and perhaps taking
all this in, some of all this, what a happy day
for me... it will have been. (Pause) So far.
Samuel Beckett, Happy days, 1961
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