El profesor humanista Nuccio Ordine nació en un pequeño pueblo de Calabria sin librería ni biblioteca, en un mundo rural sin libros. Aprendió a leer gracias a su maestra y al kiosko de su abuelo. Llegó a ser un gran referente académico sobre el Renacimiento y le ofrecieron dar clase en las mejores universidades, pero se quedó en su tierra.
En este manifiesto defiende las Humanidades y el valor intrínseco de la cultura y la educación frente a la idolatría del dinero-beneficio en la sociedad mercado-técnica. Aborda los temas de la "útil inutilidad de la literatura", de los resultados catastróficos de la lógica del beneficio en la enseñanza, y de la dignidad del ser humano, a partir de citas de autores clásicos.
Renunciar a las Humanidades implica renunciar la búsqueda de la propia libertad. Uno puede ser feliz mirando un lienzo de Velázquez o escuchando un concierto de Beethoven. Uno puede hacer cosas por la alegría de hacerlas, pues esas cosas que parecen inútiles son fundamentales.
El papel de la educación es clave. La escuela no puede ser una fábrica de graduados, sino un laboratorio donde podemos criticar los valores dominantes sin ambages. Esto es un reto hoy en día con la cultura de lo políticamente correcto que contamina todo pensamiento crítico y libre.
Necesitamos a los grandes maestros para ser más libres. Un buen profesor es aquel que muestra a sus alumnos una página de un autor clásico que puede dar respuestas que se han hecho. Los clásicos se ven cara a cara. Ver al pasado ayuda a entender cualquier minucia del presente.
La duda es el estímulo para buscar la verdad. "Sólo quien ama la verdad puede buscarla de continuo." Los clásicos pueden enseñarnos la verdad de los misterios de aquello que nos hace humanos.
Así, ninguna religión ni ninguna filosofía podrán reivindicar la posesión de una verdad absoluta, válida para todos los seres humanos. Porque creer que se posee la única y sola verdad significa sentirse con el deber de imponerla, también por la fuerza, por el bien de la humanidad. El dogmatismo produce intolerancia en cualquier campo del saber [...], considerar la propia verdad como la única posible significa negar toda búsqueda de la verdad.
En efecto, quien está seguro de poseer la verdad no necesita ya buscarla, no siente ya la necesidad de dialogar, de escuchar al otro, de confrontarse de manera auténtica con la variedad de lo múltiple. Sólo quien ama la verdad puede buscarla de continuo. Esta es la razón por la cual la duda no es enemiga de la verdad, sino un estímulo constante para buscarla. Sólo cuando se cree verdaderamente en la verdad, se sabe que el único modo de mantenerla siempre viva es ponerla continuamente en duda. Y sin la negación de la verdad absoluta no puede haber espacio para la tolerancia. (p. 131)
Nuccio Ordine, La utilidad de lo inútil, 2013
Comentarios