El filósofo canadiense expone el "malestar de la modernidad" desde una crítica social, que señala el ejercicio del comunitarismo democrático para construir la identidad personal y colectiva.
El problema de este gran malestar, en parte, es el atomismo de una sociedad que otorga una gran importancia a la razón instrumental (a las competencias, en educación) y a un invidivualismo exacerbado que supone "centrarse en el yo, lo que aplana y estrecha a la vez nuestras vidas, las empobrece de sentido, y las hace perder interés por los demás o por la sociedad" (p. 40).
El peligro no lo constituye el despotismo, sino la fragmentación, a saber, un pueblo cada vez más incapaz de ponerse objetivos comunes y llevarlos a cabo. La fragmentación aparece cuando la gente comienza a considerarse de forma cada vez más atomista, dicho de otra manera, cada vez menos ligada a sus conciudadanos en proyectos y lealtades comunes. (p. 138)
Charles Taylor, La ética de la autenticidad, 1991
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