La cárcel es espera. Pero el alma de Van Thuan es más fuerte que los barrotes que lo confinan. Es un hombre libre porque ama cada instante, a pesar de las duras circunstancias en las que vive y sobrevive.
El obispo vietnamita pasó trece años en la cárcel por no renunciar a su fe en el país comunista. Van Thuan no era profundamente religioso por seguir unas normas morales o unos ritos, sino por vivir intensamente lo real.
No se resignaba con espíritu estoico a esperar su liberación, sino que amaba cada instante, incluso en las circunstancias más duras, para apegarse más al Misterio de Dios y amar la vida en su totalidad. "Vivir la vida como vocación significa tender hacia el Misterio a través de las circunstancias", como dice Giussani.
Sobrecoge el relato de cómo perdona y ama a sus guardianes, en vez de odiarles; cómo celebra la misa con la piedad de unas gotas de vino y migajas de pan en la palma de la mano; cómo bendice su tiempo de espera colmándolo de amor, como un momento irrepetible...
Yo no esperaré. Voy a vivir el momento presente colmándolo de amor.
François Xavier Nguyen van Thuan, Cinco panes y dos peces, 1997
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