El pensamiento débil, propio de la posmodernidad, según Vattimo, plantea la inexistencia de valores universales. Valora, pues, la multiculturalidad y la libertad de interpretación no sujeta a una lógica. Todas las culturas tienen el mismo nivel, y todos los valores pueden ser válidos en un contexto determinado.
Es un pensamiento de corte nihilista, que ahonda sus raíces en la victoria dialéctica de Heidegger sobre Cassirer en Davos, que impuso la filosofía como confrontación del hombre ante su angustia existencial por encima de la filosofía como consuelo.
El pensamiento "fuerte" trata de imponer unos valores universales a toda la humanidad, como la idea de Derechos Humanos. En cambio, el "débil" niega que haya un pensamiento fuerte que debe imponerse a los demás. En este relativismo, se trata de aceptar que otros piensen diferente, aunque esto vaya en contra de nuestros valores esenciales sobre la dignidad humana.
El pensamiento "fuerte" trata de imponer unos valores universales a toda la humanidad, como la idea de Derechos Humanos. En cambio, el "débil" niega que haya un pensamiento fuerte que debe imponerse a los demás. En este relativismo, se trata de aceptar que otros piensen diferente, aunque esto vaya en contra de nuestros valores esenciales sobre la dignidad humana.
Por último, caben destacar sus diálogos con el filósofo cristiano René Girard entorno a las religiones, el poder y la violencia, en los que Vattimo admite la importancia del encuentro y la donación.
La ideología no es sólo el pensamiento falso, que expresa de forma (inconscientemente) enmascarada la verdad que late de fondo; la ideología disfraza la verdad por ser un pensamiento parcial. (p. 21)
Gianni Vattimo, El pensamiento débil, 1988 (ed. 2000)
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