Este breve ensayo expone, de forma divulgativa, la vida y el pensamiento de las pensadoras más grandes del siglo XX, las grandes olvidadas.
La francesa Simone Weil (1909-1943) es el "corazón que sufre". Ella sabe que para comprender un problema moral, hay que comprometerse, saber querer a los demás. Su vida es asombrosa. A diferencia de Marx, a ella no se la cayeron los anillos por trabajar como obrera en una cadena de montaje de una fábrica de Renault. De hecho, critica al gran autor alemán no haber llevado hasta las últimas consecuencias su análisis dialéctico de la lucha de clases, es decir, el análisis de la sociedad a partir de las relaciones de fuerzas de poder.
Ella fue una mujer inteligente y valiente que luchó en la guerra civil española, en la columna Durruti, para defender la república del ataque fascista. Luego criticó a los sindicatos por dejar de ser órganos de resistencia popular y convertirse en instrumentos al servicio del poder del Estado.
Pasó sus últimos años de vida, con una salud muy precaria, en su Francia natal. Se carteó con el padre Perrin, de Marsella, movida por sus experiencias religiosas y su sed de infinito. De acuerdo con Thibon, ella es "la autora espiritual más grande de su época". Ella decía:
Dios y la humanidad son como dos amantes que se han equivocado respecto al lugar de la cita.
Ella creía que para una sociedad más justa reclamaba que las personas fueran libres y responsables de sus vidas, conscientes de que gobierne quién gobierne siempre estaremos sometidos a las rutinas del trabajo, y que habrá que luchar para no ser esclavos del sistema.
La pura observación es transformadora. No hay arma más eficaz que la atención.
La inteligencia crece y proporciona sus frutos solamente en la alegría. La alegría de aprender es tan indispensable para el estudio como la respiración para el atleta.
La belleza sólo se revela a la persona que vive con atención.
La malagueña María Zambrano (1904-1991) es el "corazón que recibe". Alumna del gran filósofo Ortega y Gasset, estudia la idea de "razón vital", que será el punto de partida de su universo filosófico hasta lugares que no había transitado su maestro. Ella aborda intelectualmente la conjunción entre libertad y amor, como expone en El hombre y lo divino. Es un pensamiento preñado de piedad y esperanza, situado a las antípodas de la actual filosofía líquida, del pensamiento débil, de la deconstrucción y el posmodernismo.
La alemana Edith Stein (1904-1942) es el "corazón que ama", que se pregunta por "lo eterno que brilla en las cosas". Su maestro es el gran filósofo Edmund Husserl, que rompe con la filosofía racionalista y pone el foco en la conciencia en una "descripción objetiva de los fenómenos" tal como nos aparecen (la epojé, que consiste en poner en paréntesis todos los juicios adquiridos previamente). Lo fundamental está fuera del sujeto porque "el espíritu encuentra la verdad y no la produce" según el filósofo en Investigaciones lógicas. Sin embargo, ella se separa del camino de su maestro al derivar más tarde hacia el idealismo no realista.
De hecho, el libro que realmente cambió su vida fue Vida de Santa Teresa de Jesús, que le llevó a la conversión, al bautismo y, más tarde, a la ordenación religiosa como monja (sor Teresa Benedictina de la Cruz).
Su gran mérito es la síntesis entre filosofía escolástica y la fenomenología en su obra Ser finito y ser eterno, que mezcla el espíritu medieval de Santo Tomás de Aquino y de Husserl. Cada ciencia debe ser abordada con una metodología apropiada, no con un método único.
Su estudio sobre el concepto de "empatía" es muy original, al abrirse sin prejuicios a la realidad total "con una cercanía tan fuerte" que la persona no quede herida, en una búsqueda sincera sobre la verdad del ser humano.
Plantea una filosofía donde las cosas cotidianas participan "del brillo de lo eterno". El conocimiento va unido a la vida moral. La verdad y el amor se necesitan recíprocamente.
La detuvieron los nazis cuando estaba escribiendo un libro sobre el poeta español San Juan de la Cruz, titulado La ciencia de la cruz.
En su autobiografía Estrellas amarillas dice:
Había aprendido que solo rara vez se mejora a las personas diciéndoles la verdad. Eso solo puede ayudar cuando tienen un deseo auténtico de ser mejores, y cuando le conceden a uno el derecho a la crítica.
No aceptéis como verdad nada que carezca de amor. Y no aceptéis como amor nada que carezca de verdad.
La alemana-estadounidense Hannah Arendt (1906-1975) es el "corazón que comprendre". Ella señala que el gran peligro ético es la indiferencia de las personas que no reflexionan porque obedecen los dictados de la masa. Los mediocres son capaces de acciones de gran vileza.
Destaca su tesis sobre el concepto de amor en San Agustín y sus obras.
Por último, este ensayo nos descubre a la suiza-estadounidense Elisabeth Kübler-Ross y su obra sobre la muerte y los cuidados paliativos.
En definitiva, este libro no es más que una invitación a la lectura de grandes pensadoras del siglo pasado que tienen mucho que decir en nuestro loco siglo XXI.
Ivan López, Pensadoras del siglo XX, 2013
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