Poet's Abbey (Blog de lecturas)


El mendigo alegre

 


Después de leer el breve libro San Francisco de Asís de Chesterton me he encontrado con esta novela histórica sobre el santo medieval, escrita por Louis de Wohl, el autor de La lanza.

El escritor berlinés, de padre húngaro y madre austriaca, huyó de Alemania a Inglaterra en 1935 y luchó contra los nazis en la segunda guerra mundial. Luego emigró a EEUU y allí escribió novelas históricas basadas en vidas de santos en una época dónde las hagiografías no estaban de moda. Consciente de la influencia que un tirano como Hitler había tenido en la sociedad, Wohl decidió proponer modelos atractivos y positivos para los lectores.

Sin duda, la figura humana de Francisco de Asís inspira a las personas que aman la naturaleza no como madre sino como signo del Amor. 

El santo medieval que amaba la vida (siempre del lado de los oprimidos y de la naturaleza salvaje) es un testimonio real para leer el mundo en que vivimos y transformarlo a través del encuentro de una Presencia.


Los ciegos, los leprosos, los tullidos, todos los enfermos, eran sagrados, pues al curarlos Jesucristo había puesto de manifiesto su divinidad.

Los corderillos eran dignos de ser amados, pues Cristo había sido conducido al matadero como manso cordero, y porque Él mismo había dicho a Pedro que apacentase a sus Corderos.

Una simple lámpara de aceite iluminando una casa era digna de veneración y respeto, pues simbolizaba a Cristo, luz del mundo.

El agua, por ejemplo, se había visto especialmente dignificada, pues a través de ella Jesucristo había llevado a cabo su primer milagro (...).

Y el fuego había sido el vehículo utilizado por el Espíritu Santo de Pentecostés.

El aire también estaba consagrado, pues el Señor lo había respirado. Y la tierra, pues la había hollado con Sus divinas plantas.

El pan era alimento real, pues Él se había dignado a asumir la forma de pan (...).

Los lirios del campo y las demás flores podían sentirse humildemente orgullosas, pues las había puesto como ejemplo a los hombres.

Y los árboles habían sido glorificados a través de aquel cuya madera sirvió para tallar la Cruz en que murió Él.

Las rocas evocaban aquella sobre la que Cristo construyó su Iglesia...

Sí, desde las estrellas suspendidas en el firmamento, testigos mudos de Su vida en la tierra, hasta los gusanos (...) la creación entera era digna de alabanza, respeto y veneración. ¿Qué otra cosa cabía hacer, sino brincar de gozo? (p.263)

Louis de Wohl, El mendigo alegre, 1958

Comentarios

lamparas-en-linea.es ha dicho que…
Una lámpara iluminando la casa es más que luz; es un faro de acogida. Transforma espacios, revela rincones y brinda calidez, siendo testigo silencioso de momentos y emociones cotidianas.