Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Siddharta

 


Hubo un tiempo en mi adolescencia en que me tenían prohibido libros como éste. Mis profesores, esclavizados en su dogmatismo, creían que este tipo de novelas podían corromperme y llevarme al camino indeseado del mal. Decían que yo era un "soberbio intelectual" (sic) por aventurarme a la lectura de obras tan peligrosas y prohibidas.

Sin embargo, cuanto más me prohibían estos libros con más fruición los leía. Porque si uno quiere que un adolescente lea un libro lo que hay que hacer es prohibírselo.

Hermann Hesse intentó suicidarse de joven y padeció graves migrañas y mareos. Buscó la espiritualidad y el sentido de la vida y la muerte, como puede observarse en todas sus novelas, como en El lobo estepario y Demian

Pero si hay una obra literaria de este autor que me ha marcado de verdad es Siddhartha. Es una novela que leo cada diez años, que me persigue y me interpela, y me permite diversas lecturas. No es lo mismo leerla con 20 años, con 30 que con 40. Porque es una obra que trata sobre los ciclos vitales de cada uno. A través de la narración uno puede verse reflejado en diversos momentos de la vida del protagonista y de otros personajes.

Siddhartha es hijo de un brahman que un día decide seguir a unos samanas (monjes peregrinos) para encontrar el sentido de su vida. Su amigo Gobinda decide acompañarle. Siddhartha lo aprende todo de los ritos y normas de esos samanas, de ayuno y abstinencia. Luego se encuentra con el sabio Gotama y después de dialogar con él decide dejar esa vida ascética. Vive una nueva vida en la ciudad, con riquezas y opulencias. Conoce el arte del amor con la bella Kamala. Pero eso tampoco le satisface. Se va a vivir en el río, con un simple barquero que le enseña el secreto de una vida sencilla y plena. Y allí, en el río, en plena naturaleza, encuentra la paz hasta que llega Kamala y el hijo de ambos. Entiende que amar a su hijo implica dejarle vivir su propia vida. Porque sólo se puede entender uno mismo y el mundo viviendo plenamente en el mundo.

Siddharta anhelaba "leer el libro del mundo", pero huía. En cada etapa de su vida descubría algo nuevo, pero el deseo de infinito seguía ardiendo en su corazón. Nada le bastaba. La espiritualidad interior, lejos de ritos y normas, le llevaba a buscar con ansiedad un sentido a su vida. 

Su amigo Gobinda le sigue porque vive siempre a la sombra del otro. No es auténtico. Necesita de la moral de los otros, pues resulta más cómodo obedecer para no equivocarse.

En cambio, Siddharta descubre que la enseñanza ascética no es tan importante como la experiencia de lo cotidiano. La naturaleza, el río, lo divino, le enseña que sólo se puede vivir viviendo. 



Yo pienso, majestuoso, ¡que nadie encuentra la redención a través de la doctrina! A nadie, venerable, le podrás comunicar con palabras y a través de la doctrina lo que te ha sucedido a ti en el momento de tu inspiración.


¿Qué has querido aprender de las doctrinas y de los profesores? ¿Qué es lo que ellos no han podido enseñarte, a pesar de lo mucho que te han enseñado? [...] Y de ninguna otra cosa del mundo sé tan poco como de mí.


El mundo era bello si se lo contemplaba con la sencillez de un niño. Hermosas eran la luna y las estrellas, el riachuelo y la orilla, el bosque y la roca, la oveja y el cárabo dorado, la flor y la mariposa. Bello y gozoso era el caminar por este mundo de manera ten infantil, tan despierta, tan abierta a lo cercano, tan confiada.


Kamala le enseñó desde el principio que no se puede recibir placer sin darlo; que todo gesto, caricia, contacto mirada, todo lugar del cuerpo, tiene su secreto, que al despertarse produce felicidad al entendido. También le dijo que los amantes, después de celebrar el rito del amor, no pueden separarse sin que se admiren mutuamente, sin sentirse a la vez vencido y vencedor; de ese modo, ninguno de los dos notará saciedad, monotonía ni tendrá la mala impresión de haber abusado o de haber padecido abuso.


Has sufrido, Siddharta, pero veo que la tristeza no ha entrado en tu corazón.


Tu hijo amado te preocupa, y también me inquieta a mí. El joven pájaro está acostumbrado a otra vida, a otro nido. No se ha escapado, como tú, de la riqueza y de la ciudad por hastío o aburrimiento, sino que lo ha abandonado en contra de su voluntad.


El saber es comunicable, pero la sabiduría no. No se la puede hallar, pero se la puede vivir, nos sostiene, hace milagros: pero nunca se la puede explicar ni enseñar. Esto era lo que ya de joven pretendía, y lo que me apartó de los profesores.


Penetrar en el mundo, explicarlo y despreciarlo, puede ser cuestión de interés para los grandes filósofos. Pero para mí, únicamente me interesa el poder amar a ese mundo, no despreciarlo; no odiarlo ni aborrecerme a mí mismo; a mí sólo me atrae la contemplación del mundo y de mí mismo, y de todos los seres, con amor, admiración y respeto.

Herman Hesse, Siddhartha, 1922

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