La imagen de la caverna está relacionada con el valor, según Simone Weil, pues estamos encadenados a sombras de imitaciones de bienes. "Aceptamos los valores falsos que se nos aparecen y cuando creemos actuas, en realidad, estamos inmóviles, porque estamos en el mismo sistema de valores", dice ella en La gravedad y la gracia.
El mismo libro que recoge el mito de la caverna como símbolo de la educación crítica ofrece una enseñanza perversa: la censura de obras musicales y poéticas.
El libro tercero (que algunos han definido como un manual de dictadores) afirma que en una sociedad ideal no hay espacio para poetas y músicos. El Estado justo no puede existir en ninguna parte, excepto donde haya hombres justos. Parece ser que los poetas y los músicos no lo son.
La educación debería inculcar sobre todo seriedad, decoro y valor, para el filósofo, pero no música ni poesía, porque de alguna manera corrompen a los jóvenes.
Platón es partidario de la censura sobre la literatura y la música. Así, grandes autores como Homero y Hesíodo han de ser prohibidos por presentar a dioses frívolos e historias nada edificantes. De hecho, en su último diálogo, Las leyes, propone una especie de policía poética para censurar: "El poeta no podrá componer nada que contradiga lo que la ciudad considera legal, justo, bello o bueno."
En La República se establecen cuatro potencias principales o virtudes cardinales:
1. Phrónesis (prudencia): sabiduría práctica, con la razón.
2. Andria (fortaleza): resistencia, sobreponerse a los obstáculos.
3. Sophorosyne (templanza): dominar los impulsos.
4. Diakoisyne (justicia): dar a cada uno lo que le corresponde e indignarse contra lo injusto.
Platón, La República, 370 a.C.
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