Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Biografía del silencio


Vivimos rodados de zumbidos, pantallas parpadeantes y experiencias sensoriales que nos arrastran a la alienación en una sociedad mercado-técnica. Pablo d'Ors avisa que "la cantidad de experiencias y su intensidad solo sirve para aturdirnos". 

Para tener un impacto positivo en el mundo son necesarios el silencio y la humildad. El barullo del activismo pueril y emotivista, lleno de soberbia y de quedar bien, imposibilita la transformación tanto como las distracciones del alma encadenada a una pantalla. 

El autor afirma que la rutina mata al hombre y que la creatividad lo salva. Nada es ahora como hace un instante. Esto lo saben bien los niños pequeños, que se aburren y de ahí surge una gran creatividad.

"Cuando como, como; cuando duermo, duermo", como define un maestro zen citado en el libro. Uno da frutos cuando deja de construir castillos en el aire y se familiariza con la realidad.

La meditación es saber estar aquí y ahora, y descubrir que "a la vida no hay que añadirle nada para que sea vida y, todavía más, que todo lo que le añadimos la desvitaliza". Son palabras bellas, sin duda, pero pueden resultar huecas.

Desde una mirada cristiana, Biografía del silencio resulta problemático en cuanto a su aproximación a la meditación y la espiritualidad. Aunque el autor se presenta como sacerdote, la meditación que propone se asemeja más a prácticas budistas que a la tradición cristiana. Se centra en un monólogo interior, una introspección solitaria, en lugar de fomentar un diálogo con un Tú trascendente, es decir, con Dios. En la espiritualidad cristiana, la oración y la meditación no son meras exploraciones de la propia conciencia, sino encuentros personales con Dios, fuente de verdad y vida.

Asimismo, d’Ors parece equiparar a Buda y a Cristo, como si sus caminos fueran equivalentes, lo que refleja una incomprensión del núcleo del cristianismo. La fe cristiana no es solo un camino de práctica, sino que se fundamenta en un encuentro con un origen, en la revelación y en la comunión con Dios. Mientras que la meditación zen se enfoca en el camino y en la experiencia presente, el cristianismo mira también a la meta: la unión con Dios, que trasciende el mero autoconocimiento.

En este sentido, el libro puede resultar inspirador desde un punto de vista humano, pero no ofrece una guía auténticamente cristiana de oración y encuentro con Dios. Su enfoque, por tanto, refleja más un budismo adaptado que una meditación cristiana, que siempre apunta a la relación con un Tú divino y a la verdad que da vida.


Si todo lo que vivo y veo no me sorprende es, porque mientras emerge, o antes incluso que lo haga, lo he sometido a un prejuicio o esquema mental, imposibilitando de este modo que despliegue ante mí todo su potencial.


No sé bien qué es la vida, pero me he determinado a vivirla. De esa vida que se me ha dado, no quiero perderme nada. (...) Estoy dispuesto a que la lluvia me moje y que la brise me acaricie, a tener frío en invierno y calor en verano. He aprendido que es bueno dar la mano a los ancianos, mirar a los ojos de los moribundos, escuchar música y leer historias.


Callar es importante para dar tiempo a que la realidad se manifieste, para no condicionarla, para no abortarla. Para ir a Dios es mejor guardar silencio que hablar mucho, pues quien habla mucho no tiene tiempo para escuchar. (...) El silencio es el más claro indicio de la interioridad; sin silencio no hay vida interior de clase alguna.


Pablo d'Ors, Biografía del silencio, 2012

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