Un profesor es como un médico: debe entender al paciente, diagnosticarlo y hacer un buen tratamiento, además de saber la ciencia. Con esta comparación tan sutil, Cassany presenta un manual que da pistas sobre la gestión del aula en el siglo XXI.
Dar clase no es impartir lecciones sino planificar actividades para que los alumnos aprendan usando la lengua. Dar clase es aprender. Qui docet discit, como decía Séneca en el siglo primero.
Este libro da algunas pistas interesantes. Me gustaría señalar algunas de ellas:
a.) Ver actuar a los colegas como docente observador. Sin embargo, no tenemos tradición, a diferencia de los cirujanos que se observan entre ellos en el quirófano para aprender nuevas técnicas (p. 74).
b.) Crear situaciones de aprendizaje que sean significativas. La selección de actividades didácticas de calidad es fundamental para asesorar y acompañar a los alumnos (p. 119).
c.) Mostrar que los textos se deben interpretar desde una comprensión literal, inferencial y crítica a la vez. Ante la desinformación hacen falta lectores críticos que analicen: autoría, intención, destinatarios, voces, medio y fiabilidad (p. 127).
No cal transmetre informació, perquè ja és a l'abast de l'alumne, al llibre de text, al material didàctic o a internet; la nostra funció consisteix a seleccionar-los per crear situacions d'aprenentatge. (p. 25)
Daniel Cassany, L'art de fer classe (segons un lingüista), 2021
Comentarios