Poet's Abbey (Blog de lecturas)


Los peligros de la moralidad

 


¿Puede la moralidad ser peligrosa? ¿Puede la moralidad llevar a las formas más severas y crueles de inmoralidad?

La moralidad se entiende no sólo como la capacidad humana de distinguir el bien y el mal, sino también como la herramienta para coordinar y cohesionar un grupo humano. La moral, por tanto, es el conjunto de normas de un grupo humano que  acepta como válidas. 

La moral puede ser la ideología, según Marx. Es transmisiva porque trata de valores que el poder considera válidos y necesarios.

Nuestro sentido moral (la generosidad, la amabilidad, el altruismo...) es producto de la selección natural. Darwin dinamita nuestra moralidad al demostrar que si nuestra naturaleza fuera diferente nuestras creencias morales serían diferentes, según el autor.

El peligro es que creemos que nuestras creencias morales son absolutas, y que existe una tendencia a imponer nuestra moral, nuestra verdad, a los demás.

Actualmente vivimos tiempos de gran moralismo debido, en parte, a las redes sociales, que son tribunas de moralidad, y al espíritu calvinista que cercena el pensamiento reflexivo en aras de lo políticamente correcto. 

Por ejemplo, los Rolling Stones eliminan su canción Brown Sugar por sus referencias a la esclavitud. O los futbolistas se arrodillan en el terreno de juego para apoyar la causa antirracista. Hay miles de ejemplos que ilustran cómo la moralidad se está metiendo en la música, la literatura, el fútbol, el cine, la moda...

También hay un presentismo que trata de aplicar valores actuales en personas e instituciones de hace cientos o miles de años (considerar a Platón o Hume como "racistas"). Pero no se hace lo mismo con las culturas que están a cientos o miles de kilómetros (por no caer en el "etnocentrismo"). Se censura el tiempo, no el espacio. Es curioso.

Nuestra mente moral es tribal, es decir, divide el "ellos-nosotros" (como hinchas de fútbol).

La violencia moralista valida el acto violento como algo bueno. Los terroristas se creen héroes o mártires que hacen el bien matando.

La moralidad es peligrosa para la democracia, pues considera que el otro (el de izquierdas o derechas) es muy malo. ¡No olvidemos que hay personas muy razonables que votan y piensan de forma diferente a nosotros!

La moralidad para la ciencia es otro peligro, pues la ciencia funciona con lo verdadero y lo falso, no con lo bueno y lo malo. La falacia moralista en la ciencia implica, por ejemplo, que si busco la igualdad de género, la ciencia no debe encontrar las diferencias biológicas o psicológicas entre hombres y mujeres.

Todos debemos ser autocríticos, entender que quizá mi visión sea la equivocada y el otro tenga más razón. En segundo lugar, hay que pedir que las empresas dejen de abrumarnos con moralinas. En tercer lugar, que los partidos políticos sepan pactar para buscar un bien común.

Todos podemos ser fanáticos morales de izquierdas o derechas, religiosos o ateos, sobre todo en estos tiempos líquidos, posmodernos, en los que el razonamiento científico queda reducido a una metanarrativa y en los que la posverdad domina en un tribalismo y escepticismo radical.

¿Cuál es la solución a los peligros de la moralidad? La ética, entendida como aquello que uno mismo construye con su conciencia. A diferencia de la moral, que es transmisiva, la ética es reflexiva. Se piensa. Uno debe investigar por él mismo los problemas morales con su capacidad racional para deliberar sobre qué valores son valiosos y por qué. La ética no es autoimpuesta. 


Los discursos dominantes son extremedamente poderosos porque determinan lo que puede ser considerado verdadero, y, por tanto, aplicable en un determinado tiempo y lugar. Así, el poder sociopolítico es, en último término, el que determina lo que es verdad, y no la correspondencia con la realidad. Foucault estaba tan interesado en cómo el poder influye en lo que es considerado conocimiento, que en 1981 acuñó el término "poder-saber"...


Las redes sociales se aprovechan de nuestros instintos morales igual que la pornografía en internet se aprovecha de nuestros instintos sexuales. Sin estas redes que nos conectan virtualmente con todo el mundo, la espiral de virtud en la que estamos no habría podido alcanzar las dimensiones a las que está llegando.


Debemos estar alerta siempre que nos sintamos indignados moralmente, y siempre que vayamos a realizar juicios morales y a condenar y castigar basándonos en ellos. (...) Nosotros también podríamos estar equivocados, así que tengamos en cuenta ese lado oscuro de nuestra mente moral y desconfiemos de él.


Pablo Malo, Los peligros de la moralidad, 2021


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