El capitán Gulliver naufraga en la isla de Liliput, trufada de personas tan minúsculas que para ellas, él es un enorme gigante. En la isla hay corrupción. Antes de que sus costumbres degeneraran, ellos tenían unas leyes excepcionales (los principios morales eran más importantes que las capacidades técnicas en los empleos), de modo que el fraude era más grave que el robo. Lo más importante era la virtud moral en esta sociedad.
El autor satiriza la política: hace una crítica demoledora del colonialismo, los puntos de vista absolutos, los extremismos políticos y los vicios enmascarados como virtudes en la vida sociopolítica.
Pero ellos opinaban que era tan difícil sustituir la ausencia de virtudes morales por unas dotes mentales superiores, que los empleos no podían ponerse en manos de personas tan altamente cualificadas, por ser demasiado peligrosas. Por lo menos las equivocaciones cometidas por ignorancia, pero con disposición al bien, nunca tendrían tan fatales consecuencias para el bienestar público como las prácticas de un hombre a quien sus inclinaciones llevaran a la corrupción, y que tuviera posibilidad de dirigirla, incrementarla y defenderla.
Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver, 1726
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