La isla de la mujer dormida podría llamarse el libro del lector dormido. No llega a la altura de las anteriores obras y, aunque despliega un gran dominio de la técnica narrativa y de numerosos detalles geográficos e históricos, le falta algo.
Es una novela de aventuras que narra los sabotajes contra barcos comunistas en el mar Egeo en 1937, en el contexto de la guerra civil. El protagonista es Miguel Jordán Kyriazis, un capitán mercante español, alto y rubio, que trabaja a bordo de una lancha torpedera para el bando sublevado. Su misión clandestina es interceptar y atacar el tráfico naval que lleva suministros militares soviéticos hacia la República Española.
La base de operaciones está en una minúscula isla del Egeo, que tiene forma de "mujer dormida". Allí se ve envuelto en una relación sexual muy turbia con Lena, la esposa infiel del barón Katelios, dueño de la isla. Ella es una mujer madura, adúltera y amargada. No puede (o no sabe) escapar de un matrimonio fallido, y castiga a su marido teniendo sexo con otros hombres. Representa, de algún modo, la "mujer dormida" de la isla.
La tensión sexual entre el protagonista, Lena y el barón es muy sórdida. ¿Por qué ella, atrapada en un infeliz matrimonio, usa el sexo como castigo contra su estúpido marido? ¿Por qué él traiciona el amor de su esposa e hijo que le esperan en un país en guerra?
Lo mejor de esta novela son los ataques de la lancha torpedera contra los buques que navegan por el Egeo cargados de municiones, armas y alimentos desde la URSS hasta España, ajenos a lo que podía ocurrir.
El penúltimo capítulo, en el que hay el combate naval final, me parece una delicia, pues el autor te mete en la lancha torpedera y, como lector, sufres con los personajes la tensión del fuego y el mar.
En definitiva, como lector, me gustaría que Pérez-Reverte nos regalara más aventuras marítimas, sobre todo de los siglos XVI y XVII, pues tiene un don para narrar lo acuático. Creo que sería el Patrick O'Brian español.
Los hombres, con nuestra vanidad, creemos ser amantes o verdugos; pero en realidad sólo somos sus testigos.
Arturo Pérez-Reverte, La isla de la mujer dormida, 2024
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