En las sociedades sanas, las instituciones están por encima de los individuos que las representan. Por ejemplo, se puede criticar al rey o al papa sin que la monarquía o el papado se resientan de la crítica. De hecho, el gran poeta Dante manda al papa al infierno y se mantiene fiel a la Iglesia, pues las instituciones son amadas por encima de las personas (p. 97). Por el contrario, en las sociedades enfermas, los individuos son encumbrados de manera que provocan en su caída el descrédito de la institución que representan.
En este libro, el pensador francés Gustave Thibon, amigo íntimo de Simone Weil, ofrece una reflexión profunda y lúcida sobre la naturaleza del amor. El título original es mucho más representativo: "Ce que Dieu a uni"... Por otra parte, celebro el fotograma de la cubierta de esta edición del libro, que nos lleva a una gran película.
Thibon explora las tensiones entre el eros y el ágape, la realidad y la ilusión, la verdad y la mentira. Para él, el amor auténtico es una lucha entre la necesidad de posesión y el anhelo de donación.
El amor verdadero deja de buscarse a sí mismo en el otro, para encontrar en ese otro un reflejo del Absoluto. Solo encuentra su plenitud cuando se trasciende a sí mismo. No idealiza el amor, sino que, al contrario, lo despoja de sus autoengaños y lo confronta con la realidad del sufrimiento, el paso del tiempo y la muerte.
El amor va más allá del sentimentalismo (pos)moderno o del reduccionismo biológico. Su fuerza reside en la honestidad con que retrata la fragilidad del corazón humano y la esperanza con que señala hacia lo eterno.
El amante "acoge al ser amado no como un dios, sino como un don de Dios en el que todo Dios se encierra" (p. 121). Por eso, hasta en las uniones más clarividentes "existe una gran parte de salto en el vacío" (p. 92).
Aquel que rechaza un dueño fuera de sí mismo ya no es dueño de sí mismo. En efecto, el fin del hombre está unido a su esencia y no es posible suprimirlo sin desgarrarla. (p. 28)
El que no ama a Dios hasta en su obra, no ama a Dios, y el que no ama a la naturaleza hasta llegar a Dios, no ama a la naturaleza. Todo amor que llega a la madurez, entregado a sí mismo, llega a unirse al Amor... (p. 48)
Sacrificarse a una criatura, amarla a pesar de su nada, a causa de su nada, amarla con un amor más fuerte y más puro que el deseo de felicidad, sólo es posible si el amor humano se conjuga y se amalgama en el amor eterno. (p. 121)
Gustave Thibon, Sobre el amor humano (Ce que Dieu a uni), 1962
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