Poet's Abbey (Blog de lecturas)


El idiota

 


¿Qué ocurre cuando alguien bueno, inocente y lleno de compasión entra en una sociedad corrupta, orgullosa y moralmente decadente? Fiódor Dostoievski expone esta pregunta en El idiota a través de la figura del príncipe Lev Nikoláievich Myshkin, el protagonista de la historia, quien encarna la ternura, la pureza de corazón y una inocencia que raya en lo divino.

La historia comienza con el regreso de Myshkin a Rusia desde un sanatorio suizo donde había sido tratado por epilepsia. Sin riqueza ni poder, el príncipe se mueve en los salones de San Petersburgo con una sencillez que desconcierta. Su manera de relacionarse con los demás, desprovista de dobleces, hipocresía o cálculo, revela no debilidad, sino una fuerza moral que pocos comprenden.

Su ternura se muestra especialmente en su trato con los marginados y los más heridos, como Nastasia Filíppovna, una mujer marcada por la humillación y el abuso. Myshkin la ama con compasión, no con deseo ni afán de posesión. 

También se relaciona con Aglaia Epanchin, una joven noble que se debate entre la atracción por su pureza y la incomodidad que le causa su radical bondad.

Dostoievski plantea una pregunta inquietante: ¿es posible vivir con pureza en un mundo cruel sin ser destruido? El príncipe, como un "idiota" en el sentido que le da la sociedad, parece condenado por su propia bondad, incomprendido, burlado o usado por quienes no pueden soportar el espejo moral que representa.

La tragedia de El idiota es que el mundo no está preparado para un ser verdaderamente bueno, y eso nos deja un mensaje poderoso: la verdadera inocencia, lejos de ser ingenuidad, es una forma elevada de sabiduría moral, y quienes la poseen nos revelan lo mejor (y lo peor) de nosotros mismos.

En definitiva, El idiota es una meditación sobre la bondad en un mundo roto. La inocencia y ternura del príncipe Myshkin no solo lo hacen profundamente humano, sino que también revelan el vacío ético y espiritual de la sociedad que lo rodea. En su figura, Dostoievski nos recuerda que lo que nos hace verdaderamente humanos no es la astucia ni el poder, sino la capacidad de amar con compasión, sin condiciones.


-Pues en ese caso -exclamó Rogoÿin- eres, príncipe, un genuino "bobo de Cristo", de esos a quienes ama Dios.

-De esos a quienes ama Dios -repitió el funcionario. (p. 27)


Fiódor Dostoievski, El idiota, 1869



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