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Hay libros que no se pueden leer de cualquier modo. Hay obras que requieren silencio, concentración y un lugar y un tiempo adecuado. Dudo mucho que alguien se atreva a leer Drácula de Bram Stoker en el metro donde abundan bestsellers de usar y tirar. Eso sería un sacrilegio. Porque esta magnífica novela de terror se ha de leer siempre de noche en la soledad de tu sofá preferido.
La hermosa joven se arrodilló y se inclinó sobre mí, con maligna satisfacción. Había en ella una voluptuosidad deliberada que era a la vez excitante y repulsiva, y al arquear el cuello llegó a lamerse los labios como un animal, hasta que pude ver a la luz de la luna la humedad que brillaba en los labios escarlatas y en la roja lengua con la que se lamía los dientes rojos y aguzados. Su cabeza descendía cada vez más... cerré los ojos en éxtasis y esperé.
Bram Stoker, Dracula, 1897
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