Este loco siglo XXI parece hijo de las novelas de ciencia ficción Un mundo feliz de Huxley y 1984 de Orwell. Algunos se preguntarán si vivimos en una especie de distopía parecida a la que narran ambos autores. En estas distopías, las personas viven encarceladas en régimenes totalitarios. Hoy vivimos en una democracia parlamentaria. Sin embargo, también es cierto que las masas son controladas por pantallas y pastillas, sexo deshumanizado y una sutil maquinaria de propaganda que intenta controlar nuestros pensamientos y acciones.
Uno de los grandes méritos de Orwell en su novela es acuñar el término "neolengua" para referirse al lenguaje retorcido que se impone desde el poder para manipularnos. La neolengua fue creada para solucionar las necesidades ideológicas del gobierno, para retorcer las palabras y disminuir el área del pensamiento.
Para transformar el pensamiento hace creer que "tanto el pasado como el mundo existen sólo en la mente". No hay verdad en el mundo subyugado al totalitarismo. Tampoco hay libertad ni belleza. Somos incapaces de alcanzar la verdad.
Y hoy, todas, todos y "todes" padecemos la neolengua orwelliana, vigilados por lo que decimos en una pantalla, en una sociedad polarizada y acrítica, en la que el argumento, la razón y la palabra, el logos, ha sido engullido por el mito de la ideología del discurso único, basado en un emotivismo cursi y victimista.
El que controla el pasado controla el futuro, y el que controla el presente controla el pasado.
La destrucción de las palabras es algo de gran hermosura.
En cierto modo la visión del mundo inventada por el Partido se imponía con excelente éxito a la gente incapaz de comprenderla. Hacía aceptar las violaciones más flagrantes de la realidad porque nadie comprendía del todo la enormidad de lo que se les exigía ni se interesaba lo suficiente por los acontecimientos públicos para darse cuenta de lo que ocurría. Por falta de comprensión, todos eran políticamente sanos y fieles. Sencillamente, se lo tragaban todo...
Los rusos persiguieron a los herejes con mucha más crueldad que ninguna otra inquisición. Y se imaginaron que habían aprendido de los errores del pasado. Por lo menos sabían que no se deben hacer mártires. Antes de llevar a sus víctimas a un juicio público, se dedicaban a destruirles la dignidad. Los deshacían moralmente y físicamente por medio de la tortura...
Es imposible fundar una civilización sobre el miedo, el odio y la crueldad. No perduraría.
Es imposible ver la realidad salvo mirando a través de los ojos del partido.
Le sorprendía que lo más característico de la vida moderna no fuera su crueldad ni su inseguridad, sino sencillamente su vaciedad, su desolación, su sordidez.
(He wondered whether the chief distinction of modern life was not its cruelty and insecurity, but simply its bareness, its dinginess, its listlessness.)
George Orwell, 1984, 1949
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